Un Comandante en el llano

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Por Yelandi Milanés Guardia | 16 abril, 2018 |
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El 16 de abril de 1958 fue, sin dudas, un día especial para Camilo Cienfuegos Gorriarán, pues Fidel emitió una orden mediante la cual informaba el ascenso al grado de comandante del Ejército Rebelde al hombre del sombrero alón, quien entre otros méritos tenía el de haber sido expedicionario del yate Granma e integrante del núcleo inicial de la guerrilla nacida en la Sierra Maestra.

La orden lo designaba como jefe militar de la zona comprendida entre Manzanillo, Bayamo y Victoria de Las Tunas, en la cual venía operando el legendario guerrillero, desde el 31 de marzo de 1958, fecha en la que Fidel le confió la arriesgada misión de abrir un frente de guerra en el llano.

Sus compañeros celebraron con gran alegría la noticia del ascenso y como si fuera un logro personal de cada uno de ellos, porque Camilo despertaba el cariño y afecto de quienes tenían el privilegio de conocerlo y seguirlo en sus proezas.

El 23 de abril el Señor de la Vanguardia le escribe al Comandante en Jefe una carta, en la cual expresa el alto honor que constituye para él su ascenso. En ella señalaba: “Al recibir tan alto honor y responsabilidad he jurado cumplir  cabalmente dicho cargo y trabajar hasta el límite de mis fuerzas por acelerar el triunfo de la Revolución.

“Gracias por darme la oportunidad de ser más útil a nuestra sufrida Patria. Más fácil me será dejar de respirar que dejar de ser fiel a su confianza”.

Durante ese tiempo alejado de las lomas, el hombre de la eterna sonrisa realizó varias hazañas militares que le ganaron el respeto de sus hombres y el temor de la soldadesca batistiana.

Entre las acciones planeó  el ataque a Bayamo, en coordinación con hombres del Movimiento 26 de Julio en esa ciudad, donde pretendía sabotear la fábrica Nestlé, asaltar la Estación de Policía y el servicentro de la salida hacia Holguín. De esas, solo se ejecutó el ataque a la instalación eléctrica, pasadas las 11:00 de la noche, del 20 de abril de 1958.

El insurgente Osvaldo Herrera narró de esta manera el capítulo en su diario: “Se divisaban como a 300 metros los tanques de petróleo de la Planta Eléctrica Móvil (…) A fin de estudiar la ubicación del enemigo, se escuchó en el silencio de la noche el repiquetear de la Thompson del Comandante. Casi al unísono abrimos fuego nosotros.

“No habían transcurrido 15 minutos cuando siento a mi espalda la voz de Nené, diciéndome que mataron al Gordo. Se refería al teniente Amado Estévez (…) Cayó acribillado a balazos en la Ciudad Monumento. Una víctima más en esta lucha por la libertad”.

Las huestes de Camilo sostendrían otros combates en su campaña en los relieves no montañosos, como la conocida acción de La Estrella. El 4 de mayo de 1958, en ese sitio, cientos de hombres de Batista atacaron el campamento rebelde, suscitándose un encarnizado enfrentamiento de varias horas. A los agresores les faltó valor para el asalto final y se retiraron.

Pero quizás uno de los momentos más importantes para Camilo y su tropa aconteció el 13 de junio de 1958, cuando, sorteando incontables peligros, fueron hasta Dos Ríos para rendir tributo a José Martí, en el mismo lugar donde había caído combatiendo de cara al sol, como había predicho en sus versos.

Los de verde olivo, solemnemente, le pusieron flores y dos banderas al obelisco que señala el sitio donde el Héroe Nacional cayó mortalmente herido.

Al escribirle a Fidel, Cienfuegos Gorriarán le narraría: “Fuimos al panteón donde cayó el apóstol y colocamos como él quería una bandera y un ramo de rosas, y se puso otra bandera, la del 26. Hicimos un minuto de silencio en memoria de los caídos y dos descargas de fusilería.

“Aquello es una vergüenza de cómo está abandonado. Tenía planeado mandar a limpiarlo y arreglar el lugar. Ya nos encargaremos de hacerlo (…)”.

Camilo permaneció en el llano hasta mediados de junio de 1958, pues Fidel le ordena regresar a la Sierra Maestra para contrarrestar la gran ofensiva lanzada por el ejército de la tiranía contra los barbudos.

Con su acostumbrada disciplina, apenas recibió la orden escrita el 11 de junio de 1958 y la reiteración, el 12  inició los preparativos para la marcha hacia la Sierra Maestra.

Su estancia en la zona asignada contribuyó a la organización de las fuerzas revolucionarias, de modo que al retirarse dejó maniobrando allí varios grupos guerrilleros hasta el triunfo revolucionario.

De esa forma, Camilo cumplía las misiones correspondientes a su ascenso a Comandante y demostraba, una vez más, su capacidad y disciplina como jefe militar.

Su incursión por estos contornos sería otra muestra de fidelidad al Líder de la Revolución, a quien había manifestado su resolución de preferir morir, antes que traicionar su confianza.

 

 

 

 

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