Un combate inenarrable

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Por Diana Iglesias Aguilar | 4 mayo, 2018 |
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El combate de La Estrella ocurrido el 4 de mayo de 1958, en el asentamiento con nombre astral distante a 23 kilómetros de la ciudad de Bayamo, pasa como uno de los inenarrables, inexplicables y hasta increíbles de la historia de Cuba.

Apenas medio centenar de hombres hambrientos y con sed se enfrentaron a 500 soldados bien armados, que dispusieron además del apoyo de tres aparatos aéreos que atacaron con saña el pequeño enclave donde se produjo la titánica resistencia.

Marabú, plantas arbustivas espinosas, maya de ratón, zarzas, jías, esa es la vegetación local en La Estrella, donde se refugió la tropa de Camilo Cienfuegos, después de una noche de caminata y en tránsito de Bayamo hacia Cauto el Paso, donde tiene campamento el capitán Orlando Lara.

Camilo es pesadilla declarada para la oficialidad del ejército batistiano en Bayamo. Donde ya han comenzado a llegar los efectivos que a pocos días de concluir el quinto mes del año, darán inicio a la ofensiva de verano o FF (fin de Fidel) organizada por el mismísimo Fulgencio Batista para aniquilar al Ejército Rebelde que organizado en la Sierra Maestra, es capaz de propinar importantes y certeros golpes a las fuerzas castrenses.

Apenas un vaso de leche y un trozo de queso fresco pueden comer los guerrilleros, 47 hombres en total, que el campesino Enrique Collada provee del frugal desayuno en campaña. De la tropa, apenas una docena viene con el otrora Capitán Camilo Cienfuegos desde la Sierra Maestra, el resto, se sumaron en el periplo por el llano. Y protagonizan junto al joven habanero numerosas hazañas que avivan la esperanza y la certeza del triunfo revolucionario entre los habitantes de Bayamo y sus contornos.

Las fuerzas de Batista le viene siguiendo la pista al osado jefe guerrillero, 18 camiones van hacia la zona de La Estrella, armados con lo mejor de la técnica bélica del siglo XX, adquirida en los Estados Unidos. Como refugio más viable, cuando la flora apenas guarece, el cañón estrecho y seco del arroyo Cocorucho resguarda a los rebeldes.

Cuando faltan cinco minutos para las 10:00 de la mañana aparece la avioneta vomitando fuego, volando bien bajo. Se le suman dos B-26 que ametrallan cada pedazo. Hay que moverse constantemente y contraatacar, sino perecen.

Camilo no se detiene, va de una posición a otra arengando, dando ánimos, sacando fuerzas de la fe en un milagro, lo único que parece poder salvarlos en una situación tan compleja. El sol de eterno verano y la sed comienzan a sacudir a sus hombres, pero no los ablanda. A los morterazos de los uniformados les responden los rebeldes con fuego sistemático y certero.

Unas seis veces en todo el día se reinicia el intercambio bélico, y el cerco cada vez más estrecho a la tropa de Camilo que no tiene a la rendición ni ¨en la última carta de la baraja¨. Para amedrentarlos y aniquilarlos el enemigo le prende fuego al bosque, momento en el que los valientes arrecian la respuesta y no permiten que sus verdugos avancen a pesar de disponer de mejores recursos.

Decidido a romper el cerco a la fuerza, Camilo prepara a sus hombres. Sobre las cinco de la tarde comienza el último intento por doblegar a los guerrilleros que  llega a su fin cuando las sombras se empiezan a proyectar. La noche es aliada de los rebeldes, que lamentan la pérdida del combatiente Carlos Manuel Romero y otros cuatro heridos. Un saldo sorprendente para la intensidad de los ataques y la estrecha área para resguardarse con que contaron.

Era casi imposible salir ilesos de allí, el capitán Orlando Lara llega como refuerzo, la retirada tiene compañía. En Cauto el Paso, los sitiados se lanzan a cruzar la caudalosa avenida con las ansias de quién proviene de un desierto.

Solo a las 10:30 de la noche los premia un trago de café, refrescos y arroz con leche en la casa de Capote, uno de los tantos campesinos que colabora al paso de las guerrillas revolucionarias. La experiencia vivida, que adquiere visos de insólita, no debe repetirse, Camilo, jefe sensato, decide ir hacia territorio de Victoria de Las Tunas y así lo hace saber en carta a Fidel Castro, Comandante en Jefe del Ejército Rebelde.

Sin embargo, Camilo no renuncia a cumplir con la misión que lo trajo al llano, organizar las fuerzas revolucionarias entre Holguín, Bayamo y Tunas, así como hostigar al enemigo y debilitar a los batallones  que dispongan para atacar a la guerrilla en la Sierra Maestra. El acoso al ejército de Batista por la tropa de Camilo, constituyó una desmoralización y una demostración de la vulnerabilidad del ejército que sostiene al dictador en el poder, al que le quedaban justamente solo siete meses al mando del destino del pueblo de Cuba.

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