Como la casa de los sueños, definió en una ocasión el escritor granmense Luis Carlos Suárez, a la Biblioteca 1868, pues a través de esta, como el viajero inmóvil, visitó países, conversó con héroes, villanos y descubrió su vida asomándose a la de otros.
Esto y más propicia ese recinto perpetuo donde se cobijan los libros, cura eficaz contra una de las más peligrosas enfermedades humanas: la ignorancia.
La Biblioteca 1868, enclavada en el corazón de la Ciudad Monumento Nacional, se erige en el área que ocupara la residencia del patriota bayamés Francisco Vicente Aguilera, cuyos familiares en 1913 donaron el solar para construir dicha institución.
Según artículo publicado en La campana, en julio de 2014, por Teófila Acea Antúnez, jefa de servicios de la institución, en la década de los años 30 del pasado siglo recaudaron fondos mediante aportes públicos para construir la primera planta, mas no fue hasta el triunfo revolucionario que se inauguró la biblioteca, el 12 de julio de 1964.
“La 1868 tiene el mérito de liderar la primera biblioteca de montaña de Latinoamérica, erigida en la comunidad del Oro de Guisa. Fue, además, la primera institución cultural de Bayamo, en cuyos predios se congregaron figuras importantes del ámbito cultural cubano, como Omara Portuondo, Julio Le Riverend, Cintio Vitier, Fina García Marruz, entre otros”, destacó Acea Antúnez.
AMIGOS QUE NUNCA DECEPCIONAN
Alfonso San Milán, profesor de literatura y escritor, es un visitante asiduo. A ella asiste para buscar informaciones tanto en textos impresos como en la intranet, ya sea en la enciclopedia o la wikipedia.
“Para mí la biblioteca es un aposento de ángeles literarios donde uno viene a conocer de arte, literatura, escritores cubanos, latinoamericanos, universales y los diferentes foros activos en la intranet.
“Hay muchos libros que nunca me he comprado y los encuentro aquí. El saber almacenado enriquece mi preparación teórica, lo cual se revierte posteriormente en los contenidos que imparto en mis talleres literarios y clases”, opina San Milán.
Hoy, innegablemente, los servicios tecnológicos están por encima de los tradicionales, ello fundamenta que las dos salas de navegación, para adultos y la juvenil, aporten la mayor cantidad de servicios, que oscilan mensualmente entre cuatro mil y cinco mil.
“Constituye un reto porque debemos buscar alternativas de acercar a la población cada vez más al libro de texto, herramienta insustituible para el conocimiento humano”, considera Acea Antúnez.
Para contribuir a este propósito, los especialistas de la Biblioteca 1868, aunque tienen paralizado el servicio del bibliobús por problemas técnicos, promueven la lectura en hogares maternos, hogares para niños sin amparo filial, para personas alcohólicas y en comunidades alejadas de la cabecera provincial.
“Durante estos intercambios los niños participan, atienden, aceptan la lectura, no vienen exclusivamente por las nuevas tecnologías, también llegan hasta los libros”, acota Ruth Ramírez del Prado, comunicadora de la institución.
“A mi juicio la promoción de la biblioteca no está en un punto muerto, a pesar del desarrollo de las tecnologías, todavía se hacen préstamos externos en las comunidades, en las casas y minibibliotecas”, destacó.
UNA AVENTURA ASEGURADA
Presurosos, irrumpieron en la sala de navegación los niños José Alberto Galán Duarte y Anner Lara González. Ambos, de manos de su tía, visitaron por primera vez el local tras la búsqueda de un entretenimiento para no dejar pasar por alto un día de sus vacaciones.
José Alberto se aferró a un juego de fútbol, mientras Anner, de menos edad, buscaba opciones que demandaran menos destreza para pasar el tiempo.
“Además de juegos didácticos, el centro cuenta con archivos digitales con información variada sobre la institución, escritores de la provincia; libros para descargar gratis en PDF sobre cualquier temática, incluso, enciclopedias y diccionarios”, describe Ramírez del Prado.
“La familia viene y copia gratuitamente el material de su interés: cuentos infantiles escritos y narrados oralmente que favorecen el trabajo de niños con discapacidad físico motora; música, filmes, libros para colorear, aplicaciones para móviles; y hasta caminar virtualmente por museos como el Louvre y el Prado.”
A tono con la etapa estival, habilitaron espacios en estas salas que responden al taller de cada día, ya sea sobre manualidades, dibujos y juegos de mesas para fomentar diferentes habilidades.
A 52 años de existencia, la Biblioteca 1868, como aseverara el escritor Arsenio Rosales Morales, sigue erguida como un foco radiante, como un faro desafiador, iluminando zonas de lecturas y del saber universal; yo añadiría que “transitando” al compás de nuestro tiempo y de manos de la familia cubana.