Pocos hombres han sido tan persistentes en su combate contra los gobiernos corruptos y malhechores de su época, como el habanero Juan Manuel Márquez.

Su constante rebeldía y labor conspirativa contra Machado lo convierten, el 8 de abril de 1932, en recluso del presidio de la Isla de Pinos. Con solo 17 años, era el más joven de todos los presos políticos.

Aunque nació en Santa Fe el 3 de julio de 1915, su familia se traslada, siendo un niño, hacia Marianao. Las calles y los barrios marianenses guardan innumerables recuerdos y anécdotas de su batallar.

Crea y colabora con diferentes publicaciones periódicas, pues conocía la importancia de la labor divulgativa, por eso decía: “No abandonaremos nuestra pluma mientras no obtengamos la realización del programa revolucionario que nos impusimos al principio de la lucha, a no ser que la esterilidad de la misma nos demuestre la necesidad de medios de acción más radicales”.

Aunque militó en varias organizaciones solo se sintió complacido en el Movimiento 26 de julio, donde contribuyó a recaudar fondos para adquirir armas y apoyó la búsqueda y selección de los lugares para el alojamiento y el entrenamiento de los futuros expedicionarios, junto a los cuales vendría a Cuba como segundo jefe.

El 2 de diciembre de 1956 llegan a la Patria los 82 tripulantes del Granma, quienes arriban exhaustos por la larga travesía, el mal tiempo y el desembarco en una zona de pantanos y manglares.

Tres días más tarde los sorprende el enemigo en Alegría de Pío, enfrentamiento en el cual Juan Manuel Márquez perdió todo contacto con los suyos.

Acosado por el hambre y la sed, deambuló por aquellos inhóspitos parajes, hasta que el 15 de diciembre, es avistado por Ignacio Fonseca, quien avisó a los batistianos sobre su presencia y contribuyó con esta traición, a poner fin a una de las vidas más valiosas de la última etapa de la liberación nacional.