Un recuerdo de Roberto Damián Alfonso

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Por Osviel Castro Medel | 29 septiembre, 2016 |
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Roberto Damián Alfonso González
FOTO / Archivo La Demajagua

Hace 11 años tuve el placer de entrevistarlo. Roberto Damián Alfonso González realizaba una de sus visitas de trabajo a Bayamo y entonces conversamos sobre algo que no había sido divulgado: su viaje al VI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, celebrado en Moscú, en el verano de 1957.

Anoche, cuando escuché la noticia de su fallecimiento, recordé algunos de los pasajes de aquella travesía desde La Habana a la entonces capital soviética.

Damián tenía a la sazón 24 años, era un humilde empleado de limpieza de un círculo social de la burguesía capitalina, y vivía en una cuartería cerca de la Universidad de la Habana. Se había fogueado en las luchas sindicales.

“Era miembro de la Juventud Socialista… y me escogieron para ir al  Festival entre un grupo de compañeros propuestos”,  me dijo en la entrevista Damián, quien fue uno de los 49 jóvenes cubanos que asistieron a la cita moscovita.

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“Hubo que recoger dinero entre los sindicatos para poder pagar el viaje. Me dijeron que tomara un barco y que en él iba a encontrar otros con el mismo destino. Así fue, eran cuatro o cinco compañeros. Transcurrían los días finales de julio…”, me contó ese hombre que llegó a ser Primer Secretario del Partido en Granma.

Por cierto, esa delegación de Cuba que acudió a Moscú fue fragmentada por las difíciles circunstancias que vivía el país, donde se había amarrado al poder del dictador Fulgencio Batista.

“Se ha dicho que sumaron 48, por mi cuenta fuimos 49. Nos trasladamos por diversas vías, unos estaban ya en Europa y nuestro grupo llegó cuando habían inaugurado el festival.  Navegamos hasta un puerto de España, donde teníamos que tomar el tren rumbo a Madrid; pero llegamos tarde y lo perdimos”, explicó en julio de 2005.

Por eso Damián y sus compañeros tuvieron que trasladarse a esa capital en automóvil. Y después de numerosas gestiones pudieron, a los tres días, continuar por ferrocarril hasta París.

Allí, en la Ciudad Luz, Damián estrecharía la mano de Nicolás Guillén. “El poeta estaba radicando en Francia y nos habían indicado que lo contactáramos para que nos orientara cómo seguir hasta Praga. Llegamos de madrugada, lo despertamos y él nos dijo que fuéramos en la mañana para guiarnos”.

Horas después estaban viajando hasta la capital de la ex Checoslovaquia. “Allí también tuvimos que esperar tres días para marchar por vía férrea hasta Moscú”, me contó.

En la urbe del Kremlin los esperó Joel Domenech, segundo jefe de la delegación y quien años más tarde, en el Gobierno revolucionario, “se desempeñó como Ministro de

Industrias y vicepresidente del Consejo de Ministros”, rememoró Alfonso.

En la comitiva cubana también figuraron: el propio Nicolás Guillén, Lázaro Peña, María Antonieta Henríquez, Manuel Duchesne, Alberto Griñán, Karelia Escalante, Argeliers León, Antonio Carcedo, Tania Castellanos, Menia Martínez, Yolanda Aguirre, Alfredo Font, y Evelio Tiels y su familia.

“Lamentablemente no puedo recordar todos los nombres.  Allí también participaron Ramón Calcines, como jefe de la delegación, Botarín Panping y Alba Griñán”.

El VI Festival mundial de la Juventud y los Estudiantes ha sido el más grande de la historia en cuanto a cifras, pues acudieron unos 34 000 delegados de 131 países.

Las reuniones de este tipo que más se le acercan en asistentes resultan el IV festival en Bucarest, Hungría, en 1953 (más de 30 000 jóvenes) y el V festival, celebrado en 1955 en Varsovia, Polonia, que logró agrupar a cerca de 31 000 imberbes.

“Nos hospedaron en un inmenso barrio moscovita y allí pudimos intercambiar con decenas de jóvenes sobre la terrible situación de Cuba, fueron jornadas intensas donde no faltaron los espectáculos deportivos y culturales”, repasó este hombre nacido el 12 de septiembre de 1933 y fallecido el 28 de septiembre de 2016.

La reunión criticó duramente las ansias guerreristas de Occidente y tuvo como lema central el mismo de Varsovia, dos años antes: “¡Por la paz y la amistad!”.

La sexta congregación mundial de las generaciones más nuevas también conoció antecedentes de alta tensión. En pleno auge de la Guerra Fría, había sido precedida de una desatinada campaña anticomunista y antisoviética y de los intentos de la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) de boicotear la reunión con un antifestival.

Tuvo lugar, además, en medio de rumores desestabilizadores y en el año del 40 aniversario del triunfo de la Revolución Socialista de Octubre por lo que las calles moscovitas se llenaron de estandartes de la hoz y el martillo. “Pero no hubo incidentes”, resumió Damián.

Él no sabía entonces que quizás a metros de él pasó un grande de Colombia y del mundo, Gabriel García Márquez, quien con 29 años, había sido incluido por su coterráneo y amigo, el también escritor Manuel Zapata, en la delegación cultural de ese país.

Damián ignoraba, asimismo, otra sorpresa al final de aquellas jornadas. “Me seleccionaron para intervenir en el Congreso de la Federación Mundial de Juventudes Democráticas (FMJD) y partí rumbo a Kiev”, capital de la ex república soviética de Ucrania.

Por eso los días en Europa se abultaron. Luego de los intercambios de la FMJD, lo propusieron, teniendo en cuenta sus luchas obreras, para participar en el Congreso de la Federación Sindical Mundial.

Modestamente aceptó el convite, que se desarrolló en la ciudad alemana de Leipzig, desde donde partió hacia España.

Pero en Madrid, por azar, recibió una inquietante noticia.

“Éramos un grupo reducido de tres o cuatro cubanos. Íbamos a sacar el pasaje de regreso cuando se me ocurre pasar por la casa de un militante partidista español, contacto nuestro”.

En eso estalló la bomba: “El hombre me entregó una carta enviada por Jorge Risquet, en la cual exponía que no regresáramos a Cuba porque alguien nos había delatado y que esperáramos hasta nuevo aviso”.

Era fácil adivinar las torturas que les aguardaban después de haber estado en la primera nación comunista del planeta.

“Suerte que nos hicimos amigos de los dos hijos del dueño del hostal donde nos hospedamos. A él lo convencimos para que nos prorrogara la estancia. Pagamos un dólar por desayuno, almuerzo, comida y cama”.

Pero no pasó mucho tiempo para que el escaso capital se agotara. Y aún así el propietario los dejó con la promesa por medio de que un día le pagarían.

“Nunca dijimos que éramos comunistas sino antibastistianos.  Con una confesión de ese tipo no hubiéramos llegado a ningún lugar”, acotó

Llegó un instante en que la situación se hizo insostenible. Habían caído los primeros días de enero de 1958. Ya Damián tenía 24 años y llevaba más de ¡cinco meses! alejado de los suyos.

En esas circunstancias pasó por Madrid Joel Domenech, quien los tranquilizó y les dio la seguridad de que el problema se solucionaría.

Fechas después Damián Alfonso emprendería el viaje de regreso; tocaba la tierra amada de palmares y verdes una noche cerrada, una jornada de enero, impensada cuando salió aquel julio de Cuba.

“Mi padre fue a esperarme al puerto. Habían registrado la casa en la cual quedaron mi esposa y mi hija, encontraron unos magazines Mella, pero afortunadamente no pasó nada”.

Roberto Damián Alfonso González siguió la ruta que lo había llevado a la gran reunión progresista juvenil. Batalló contra la dictadura hasta que, con 25 años y medio, vio la el triunfo de la Revolución.

Luego ocupó responsabilidades dentro de la Juventud, el Partido y la Administración del Estado. Fue durante 11 años primer secretario del PCC en Granma y formó parte del equipo de coordinación y apoyo del Comandante en Jefe, Fidel Castro y diputado a la Asamblea Nacional.

En todo el país y sobre todo en Granma será eternamente recordado.

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  1. Como militante que fui de la Juventud Socialista tuve la posibilidad de conocer personalmente al compañero Damián.
    A su innegable condición de luchador por las ideas que consideró realmente justas en beneficio de los más humildes, habría que sumarle su extrema sencillez y gran modestia, características estas que lo acompañaron durante toda su vida.
    Damián fue un verdadero comunista.