Una canción saludable

Share Button
Por Orlando Fombellida Claro | 2 noviembre, 2017 |
0
Augusto Blanca FOTO/Luis C. Palacios Leyva

No fue casual que la edición 23 de la Fiesta de la Cubanía (FC), realizada del 17 al 20 de octubre de este año, en Bayamo, estuviera dedicada a la Nueva Trova (NT), junto a la rumba, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, el aniversario 220 del natalicio de José Antonio Saco y a los vínculos culturales entre Cuba y el Caribe e Iberoamérica.

Sucede que en diciembre próximo se cumplirán 45 de la fundación oficial del movimiento de la NT, lo cual aconteció a principios de diciembre de 1972, en Manzanillo, durante el II Encuentro de jóvenes trovadores.

A esa ribereña ciudad de la entonces provincia de Oriente acudió, guitarra al hombro “el grupo de trovadores que andábamos haciendo canciones medio raras por toda la isla, con la idea de ponerle nombre, y de ahí surgió el de la Nueva Trova”.

Lo anterior lo manifestó Augusto Blanca, uno de los protagonistas de aquel acontecimiento, durante un concierto por él ofrecido en la jornada inaugural de la reciente FC, junto a Pepe Ordaz y Martha y Campos.

La NT es definida como un fenómeno estético nacido en la segunda mitad de la década del 60 del siglo XX, en la Mayor de las Antillas, el cual es continuación de movimientos trovadorescos anteriores como la llamada Trova tradicional y el Feeling.

En él, se añade, es usual un modo de hacer más intimista y al mismo tiempo una preocupación por la comunicación estrecha con el público.

En su blog Segunda Cita, Silvió Rodríguez escribió: “Aquella explosión de trova juvenil no carecía de antecedentes. Uno de los más luminosos –para mí–, fue una canción que sonó mucho en la radio, a mediados de la década del 60. Su poética era un canto a la existencia (después supimos que también a Dios), marcada por los acentos de un género musical que por entonces parecía obsoleto: la guajira.

“Su autora era Teresita Fernández, una maestra de Santa Clara que Bola de Nieve había traído a la capital. La canción se llamaba Cuando el sol, y la vibrante voz de Luisa María Güell la convirtió en suceso”.

Generaciones de cubanos hemos crecido –y envejecido-, escuchando a Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola, Vicente Feliú, Sara González, Augusto Blanca, Amaury Pérez, Lázaro García, Alejandro Garcia (Virulo) y Rafael de la Torre, para mencionar algunos de los fundadores de la NT.

A esa tropa fundacional se le suman otros que le dan continuidad y la enriquecen, como Tony Avila, quien asegura que tiene que haber de to; Raul Torres, que se alumbra con un candil de nieve y cabalga con Fidel; Gerardo Alfonso, tendedor de sábanas blancas en los balcones de La Habana Vieja y conocedor, de antemano, que el che Guevara iba a volver; y el que lo tiene to pensao y vive en la isla milagrosa, Wiliam Vivanco.

Más imberbes son: Jorge Kamankola, Raúl Marchena, Ariel Barreiros, Nelson Valdés, Daniel Velázquez, Noel Batista y Audis Vargas.

Sobre la base de la calidad de lo que hacen los trovadores menos jóvenes y los bisoños, Augusto Blanca expresó, durante la antes mencionada reciente estadía suya en Bayamo, que la canción trovadoresca en Cuba goza de muy buena salud.

La dedicatoria de la edición 23 de la Fiesta de la Cubanía a la Nueva Trova no fue casual, como se enuncia al principio de este trabajo, porque además de ser fundada oficialmente, en Manzanillo, nueve lustros ha, se considera que la primera canción romántica trovadoresca cubana es La Bayamesa, de Carlos Manuel de Céspedes, Francisco Castillo Moreno y José Fornaris.

Y La Bayamesa fue estrenada en la madrugada del 27 de marzo de 1851, junto a los barrotes de madera torneada de la ventana de la mujer a la cual estaba dedicada: Luz Vázquez, en Bayamo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *