Una escuela que planta el porvenir

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Por Geidis Arias Peña y Juan Farrell Villa | 23 diciembre, 2021 |
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FOTO/ Geidis Arias Peña

A juzgar por las apariencias, resulta inimaginable creer en el altruismo de ellos, y en sus ganas de arrancarle contratiempos al reloj, en medio de las carencias y vicisitudes por el cerco comercial de Estados Unidos a Cuba.

Hay, en todos lados, locales desdeñados, postes sin las bombillas, una humedad que mancha y revienta paredes, espacios clausurados donde probablemente las arañas tejen sin interrupción; frases incompletas, porque el deterioro engulló algunas letras.

Parece que la vida sucumbe lentamente en la escuela secundaria básica Antonio Sánchez Díaz, conocida como la Unidad 7, de la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, de Bartolomé Masó. Pero cuan- do las preguntas van a asaltar la duda, las palabras del profesor Arliovis Hernández González explotan y uno comienza a percibir los deseos de salvarle, aunque hay ayudas externas que urgen.

“Nosotros decidimos que no se podía perder nada de lo que estaba en las áreas de producción, y nos dimos a la tarea, con nuestros medios, un poco rústicos, de conservar lo cultivado, para el reinicio del curso enfrentarlo con mejores condiciones ante la compleja situación de abastecimiento, dada por el gasto de alimentos y recursos puestos en función de la Covid-19.

“Todos los profesores, personal de apoyo a la docencia y hasta vecinos donaron botellas, nailon, una pequeña máquina de moler y otros recursos que se hicieron necesarios en la medida que avan- zábamos en la recolección en las parcelas de tierra, que suman 10,7 hectáreas.

“Cuando comenzamos a recoger y a procesar pepino, tomate, cebolla, cúrcuma, orégano,  maíz y otros surtidos, nos dimos cuenta de que se trataba de un proyecto abarcador de producción, una minindustria.

“Hacemos prácticamente todo el proceso de una fábrica para la elaboración de productos, incluso utilizamos conservantes para alargarles la “vida” -vinagre que hicimos a partir del plátano burro maduro-; con la diferencia de que todo es natural, manual, con instrumentos criollos. Logramos con- dimentos en pastas, secos e integrales, puré, hortalizas encurtidas, pinol y otros”.

“Esta idea nos abrió el horizonte. Potenciamos un aula especializada de Química; es decir, que devino medio de enseñanza para el profesor y el alumno; el cual no solo verá en las áreas de siembra una responsabilidad, sino que encontrará una motivación, pues desde el contenido de la asignatura podrá vivir el fruto de su esfuerzo.

“Al inicio hubo su resistencia por parte de algunos, otros me creían un soñador; pero con el tiempo hemos visto los resultados, que son bastante alentadores. No estamos conformes con lo que hemos realizado, aunque hemos tenido éxitos. Queremos seguir ampliando lo que hemos puesto en práctica y aprovechar las ideas del colectivo, que está bien preparado y es muy trabajador”, destacó.

Hay pruebas de esa voluntad que no la quiebra la falta de tecnología ni de presupuesto, mucho me- nos le pone frenos el bloqueo. En progreso también va el módulo pecuario El Porvenir, en el cual se avizora parte del futuro que se quiere. Conejos y ovejos son los primeros en estrenarse en el pasto, que goza a la vez de sembradíos para el autoabas- tecimiento de alimento animal.

Hace un año y tres meses llegó al plantel el profesor Hernández González, a asumir la dirección de la institución, de 86 trabajadores y 130 estudiantes, de ellos el 60 por ciento del Plan Turquino; con quienes la camaradería, las buenas prác- ticas y el fundar lo nuevo se limitó por la Covid-19.

“Fuimos centro de aislamiento hasta el mes de septiembre último. Atendimos a personas de Baya- mo, Yara y del municipio. La mayoría de los traba- jadores apoyaron con atención directa e indirecta a los pacientes”, significó el graduado en el 2003 de la carrera pedagógica de Licenciatura en Economía, en Manzanillo.

Con confianza plena en la gente que le acompaña en la batalla cotidiana y el compromiso de echar para alante, dice: “El futuro va a ser mejor”.

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