Ecos llegan ya a estas páginas que solo en exponencial multiplicación podrían reflejar una Fiesta, más apegada a sus esencias esta vez, más cerca de la raíz, de la cubanía orgullosamente ganada con sangre por los precursores de la independencia.
Pues como expresara el ministro de Cultura Abel Prieto Jiménez, “la cultura nacional y la lucha por la soberanía del país están indisolublemente ligadas. No por casualidad se escogió el día en que se entonó por primera vez el Himno para la celebración del Día de la cultura cubana”.
Quizás, este año, hayamos encontrado el camino al río, nunca ausente, de aguas renovadas con desembocadura en el océano de la humanidad, en el cual debe permanecer la memoria, como definiera a la identidad el Premio nacional de Investigación cultural Rogelio Martínez Furé.
Así, esta inmensa y compleja celebración asiría por fin ese hilo conductor que los intelectuales Fernando Martínez Heredia, Miguel Barnet, Onoria Céspedes, René González Barrios, Ciro Bianchi, Luis Toledo Sande, Luis Carlos Suárez y Ludín Fonseca, defendieron desde el pensamiento, el diálogo y la investigación durante conferencias y el evento teórico Crisol de la Nacionalidad Cubana.
Los escritores coincidieron en que hoy muchas de las tradiciones se conservan, sin embargo, elementos incorporados dañan su valor simbólico, histórico y social.
Precisamente en defensa de las raíces musicales y danzarias del archipiélago, animaron la cita reconocidas figuras y grupos del pentagrama y la escena nacional, como Eliades Ochoa, Pancho Amat, Tony Ávila, David Blanco, David Torrens, junto a artistas del patio: Ormán Cala, el grupo Nube, Grandanza, Bienandanza, el grupo de teatro callejero Andante, el guiñol Pequeño Príncipe, entre otros.
Cientos de bayameses, foráneos e invitados acudieron al parque de La Ollá, en las cercanías del río Bayamo, para disfrutar de lo más genuino de las tradiciones, no solo en las interpretaciones de grandes músicos, sino en la imprescindible continuidad de las nuevas generaciones, desde los bailes y tonadas campesinas, hasta los tambores batá.
La XXII edición de la festividad constituyó un espacio para el homenaje al periodista, poeta y crítico bayamés Bladimir Zamora Céspedes, a la Asociación de Hermanos Saíz (AHS), en sus tres décadas de existencia, a la Casa de la Nacionalidad Cubana, en su aniversario 25, y al periódico La Demajagua en el año 40 de su fundación.
Difícilmente esta apretada síntesis pueda abarcar las numerosas y variadas propuestas concebidas en el programa en el que se consolidan espacios, como Son con tres, avalado por la calidad de sus invitados, y sobresale el acertado diseño de la gala de conmemoración de la interpretación del Himno de Bayamo, hecho cumbre dentro de la celebración.
No obstante, aún deben resolverse los retrasos en las presentaciones, cambios en la cartelera, prestigiosos invitados ausentes, y la deficiente construcción de los improvisados escenarios, como el del área de las tradiciones en La Ollá.
Por su dimensión simbólica, la Fiesta de la cubanía puede convertirse en el principal acontecimiento cultural del país, lo cual debe ser un propósito que aúne, casi sin convocatoria, y por compromiso patrio e identitario, todos los esfuerzos.
Que comentario tan soso y alejado de toda realidad. ¿Cómo pueden? Me resulta increíble leer textos así. ¿Cuántas opiniones podría publicar del texto? Muchas, pero me reservaré. Solo diré que es contraproducente. El resto de las opiniones del pueblo, los intelectuales, visitantes y las propias notas, reportajes, entrevistas que publicaron otros periodistas, expresan lo contrario. Yo guardo esas, las que tienen nombres y apellidos, las que tienen pupilas de colores variados y prosa justa. La vida es del bien y el mal, por eso sobran razones.