Una lucha contra los enemigos de la Revolución

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Por Yelandi Milanés Guardia | 18 octubre, 2019 |
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Víctor Modesto González Calderón/FOTO Yelandi Milanés Guardia

Nunca pasó por la mente de Víctor Modesto González Calderón que su tierra natal, conocida como Tatagua San Juan, y perteneciente antiguamente a Trinidad, se llenaría de bandidos que a finales de 1959 querían perturbar la paz de aquella geografía y derrocar a la Revolución triunfante.

Ese inesperado suceso lo obligó a él y a otros coterráneos a cambiar sus instrumentos agrícolas por armas y uniformes de milicianos.

“Primero nos alistan en el Hoyo de Manicaragua y luego nos dan una previa en Hato San Juan. Allí nos brindaron detalles de la situación del Escambray.

“En ese tiempo tenía alrededor de 18 años y pertenecía a la compañía 101, que operaba en la zona de Rio Chiquito bajo el mando de Adalberto Castro Pino.

“Entre los famosos malhechores combatimos a Nando Lima, quien era un colono de la zona que ayudó al Ejército Rebelde, pero al no recibir las cargos que ansiaba se alzó con sus trabajadores. Temíamos que hiciera acciones contra los poblados de San José, Rio chiquito y la Maboba, pero a pesar de su conocimiento del territorio se logró atrapar.

“Otro cabecilla de connotación era Blas Tardío que maniobraba en Yaguanabo Arriba y Guanayara. También era muy temido en esos lares del Escambray uno que se le conocía como Tartabur.

“Era muy difícil capturarlos porque algunas personas por el día se mostraban a nuestro favor, y por la noche eran contrarios y brindaban información de nuestras posiciones”.

Sobre las tácticas empleadas González Calderón refirió que eran peinar y cercar a los adversarios, pero una de las que más resultados dio fue ubicar una escuadra de milicianos en las casas de los campesinos.

Estos debían trabajar en el campo simulando ser nativos para cuando llegaran los delincuentes a ese hogar, e intentaran obligar a los moradores a ayudarlos con alimentos y suministros, los capturaran.

Sin embargo, los contrarrevolucionarios también usaron estratagemas como la de usar cascos, para confundir a las personas, pero luego los milicianos comenzaron a usar boinas para diferenciarse.

“Una de las situaciones más complejas que vivimos, recuerda, fue un día en que andábamos buscando al bandido Luis Vargas, y por no reconocernos bien nos batimos a tiros dos unidades. Imagínate un grupo de combatientes y revolucionarios peleando como leones porque creíamos que éramos enemigos.

“De la lucha contra bandidos aprendí la importancia de defender lo que Fidel nos había dado, que entre otras cosas nos garantizó trabajos para sustentar las familias. Por eso había que combatir a esos que anhelaban derrocar el sistema político que hizo realidad nuestros sueños y esperanzas”.

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