Vigorosa, independiente, alegre y dueña de una belleza especial, así es la mujer que tengo ante mí para entrevistar, y que en ocasiones anteriores ha sido protagonista de otros trabajos periodísticos.
Tiene una manera diferente de mirar la vida, para ella los amaneceres parecen únicos y los atardeceres cobran matices exclusivos, porque ve su entorno, sus semejantes y la existencia misma, con el corazón, es decir, más allá de sus ojos.
Ahora llega a las páginas de este semanario por haber sido electa delegada directa de la provincia de Granma al Octavo Congreso de la Asociación Nacional de Ciegos y Débiles Visuales.
Yenny Yunai Figueredo Pérez, oriunda de Bayamo y de 37 años de edad, pertenece a la ANCI desde 1994, y se ha desempeñado como secretaria de Relaciones Públicas y de Cultura, y como vicepresidenta, tanto de Bayamo, como de la provincia, y actualmente es la coordinadora de la Comisión de equidad y género en el municipio, miembro del Consejo provincial, y de la Comisión electoral.
“Para mí más que un honor es un compromiso con todos los asociados, -asevera- pues seré su vocera, e implica más entrega. Voy a esa cita en nombre de todos ellos, para llevar allí las problemáticas que tenemos en la asociación aquí”.
OSCURIDAD
En su niñez y adolescencia Yenny era vidente y vivía en la entrada de Sabanilla, Barranca.
“Cuando estaba en séptimo grado –explica- en la ESBU Rigoberto Corcho López, unidad 12 de Veguita, el 28 de abril de 1993, me acosté como una persona vidente, normal, y me levanté prácticamente sin visión, a pesar de que no tenía patología alguna, ni sentía molestia en los ojos.
“Estuve nueve meses ingresada aquí por una Uveítis indeterminada, y aunque nuestra situación económica era pésima, por sugerencia de un médico, mi mamá me llevó para La Habana, y allá me diagnosticaron Glaucoma, Catarata, estafilococos, Uveítis, y las corneas muy dañadas, en fin …
“Me operaron y nuevamente recuperé la visión, por tres meses, pero cuando tenía 13 años de edad se fue para no regresar jamás”.
“Se inició para mí la peor etapa de mi vida, no entendía, no me resignaba a dejar de disfrutar de las bellezas naturales de mi Patria, a sumirme en una absoluta oscuridad y sobre todo, a dejar de estudiar.
“Estuve dos años encerrada en un cuarto oscuro, llena de complejos, con un dolor infinito que pensé no pasaría nunca, sobreprotegida por mi abuela, pero mi madre, que en ese momento me pareció dura, me hizo sentir viva nuevamente.
“Me dijo que iba para un colegio de música a aprender piano, mi fascinación, pero realmente me llevaron para la escuela Mártires de Pino tres, en El Caney de Las Mercedes, donde nunca pude recibir una enseñanza especial, porque esa era para los niños de primaria y yo ya había vencido el séptimo grado.
“Allí cursé la secundaria básica, y el universitario en la unidad uno Osvaldo Herrera González, donde alcancé la Licenciatura en estudios socioculturales, en la Universidad de Granma por unos pocos días, pues cambié para Licenciatura en Derecho, en la Universidad de Oriente, me gradué en el curso 2001-2002”.
LUZ
Para la muchacha delgada, capaz de desdoblarse para interpretar un personaje, o mover su cuerpo con soltura y ritmo al bailar, tener en sus manos el título universitario resultó, más que la realización de un añorado sueño, la luz misma, la esperanza y la certeza del mañana.
“La etapa de la carrea fue muy difícil, comencé mis estudios con máquina braille, pero se me rompió y entonces, desde finales del primer año hasta el quinto, fui una estudiante oyente, todo a memoria, valga la ayuda incondicional de algunos de mis compañeros”.
Su rostro se ilumina al hablar de su labor, siempre en la Dirección municipal de Justicia como asesora jurídica, ahora lo es del Centro provincial del Libro, de la Escuela provincial de Arte, de la Asociación Hermanos Saíz y de la ANCI.
“Es complejo, porque para mí el esfuerzo es doble, pero con la ayuda de mis compañeros, mi jefa de grupo y mi técnico jurídico, es decir, mi brazo derecho María del Carmen Licea, me desempeño sin quejas ni inconformidades de los clientes”.
AMORES
A Yenny no le alcanza el pecho para acunar tantos amores, el primero por ella misma y su vida, el de su adorada madre Maricela Pérez y el de su hermana Ariannis Figueredo.
Y qué decir de ese pedacito salido de sus entrañas hace 7 años, su hijo David Oliva Figueredo, y de su compañero desde hace una década Luannis Oliva, complemento de toda su existencia.
Son también parte de sus pasiones el arte y el deporte.
“Participo activamente en la vida cultural de la ANCI, soy monologuista, declamadora, narradora oral, pertenezco a un grupo de teatro, integro el coro de mujeres Mariposas de Cristal, y pertenecí a grupos de danza.
“He participado en diferentes eventos deportivos, cuando era más delgada en atletismo, en pista, jabalina, disco, … pero mi pasión es el dominó, deporte de mesa en el cual he obtenido importantes lauros.
“También estudio, soy la facilitadora del programa de la Pastoral de personas con discapacidad por el Consejo de Iglesias de Cuba en Granma, en marzo terminé el segundo año de Estudios bíblicos y teológicos, de la iglesia Fraternidad Bautista de Cuba”.
La despedida, en su apartamento del reparto Antonio Guiteras es afectuosa, pero apresurada, porque “tengo trabajo por hacer con premura, la laptop espera por mí”.
Yenni es un buen ejemplo de como el ser humano se levanta y logra sus sueños, tengo la dicha de ser su amiga y de aprender de ella cada día y sentirme parte de esa familia, una gran mujer y una gran compañera y madre. Le deseo muchos éxitos y se que los tendrá pues se entrega en sus propósitos con gran responsabilidad. Gracias María por este rostro de mujer cubana.