Desde los primeros días de nacida los padres de Urselia Díaz Báez le inculcaron el amor a la Patria, el cumplimiento del deber y la disciplina como principios de un verdadero revolucionario.
Desde pequeña fue inquieta, siempre en busca de más superación personal. Profesó inmenso amor a José Martí, a la lectura de su obra y la asistencia a seminarios donde se abordaban temas sobre la vida y el pensamiento revolucionario del Héroe Nacional de Cuba.
Mujer, joven y revolucionaria se incorporó a los grupos de Acción del Movimiento 26 de Julio, en el Instituto de La Habana, donde se destaca en las filas secretas. Allí conoce a Antonio Briones Montoto (Tony), su futuro compañero en la lucha clandestina y con quien se vinculó sentimentalmente. También conto con el apoyo de Dulce María Montoto, madre de Tony, una ejemplar revolucionaria de aquellos tiempos.
Participó en la Conferencia por los Derechos de la Juventud, celebrada a finales de 1952 y en manifestaciones estudiantiles, mítines, protestas en la calle, así como en tareas de agitación y propaganda.
Se vivían días difíciles y la lucha contra la tiranía batistiana arreciaba tanto en las montañas como en las ciudades.
Sus actividades revolucionarias en contra del gobierno de Fulgencio Batista la llevaron a ganarse el apoyo de sus compañeros de aula y a la vez a convertirse en joven temida de los sicarios de la opresión.
Le encomendaron arriesgadas tareas con el propósito de demostrar a la tiranía de Fulgencio Batista la inconformidad popular y en especial de los jóvenes cubanos contra su régimen.
Era una muchacha jovial, alegre y de un carácter enérgico, siempre con una sonrisa en los labios, cursaba el cuarto año del Bachillerato. Su mayor anhelo era estudiar Medicina en la Universidad de La Habana.
Testimonios de su mamá Ofelia cuentan la decisión firme y austera de esta joven: “Me tenía confianza, todo me lo decía. No le preocupaba morir, estaba consciente de que ese sería, en muchos casos, el precio de la libertad. Siempre repetía que por uno que muriera se levantarían otros”.
El martes 3 de septiembre de 1957, después de examinar Ciencia Naturales, la última asignatura que le quedaba para concluir el cuarto año de bachillerato en el Instituto de La Habana, Urselia y otros compañeros fueron a una cafetería cercana al plantel. El alboroto juvenil no hacía creer a los demás clientes que allí ultimaban detalles para protestar por los festejos auspiciados por el gobierno para el 4 de septiembre, en ocasión del aniversario del primer golpe de Estado de Batista.
Al llegar a su hogar, luce un bonito vestido estampado, su madre trata de convencerla para que desista de esa misión riesgosa. Un NO rotundo fue la respuesta que escuchó. La operación en el cine América se va a ser realidad.
Una bomba-reloj bien atada al muslo con una cinta adhesiva portaba cuando se dirigió al cine América. Entró y se puso a ver la película. Entusiasmada, el tiempo pasó y de repente se percata de que se ha demorado demasiado. Se dirigió a los baños y unos segundos después el artefacto explotó en sus manos.
Había nacido el 21 de febrero de 1939, tenía 18 años de edad. Su nombre se registra hoy en la larga y heroica lista de cubanos y cubanas caídos en la lucha por un mundo mejor. La muerte de Urselia Díaz Báez nos legó el ejemplo de abnegación y patriotismo de lo mejor de la juventud cubana.