Vacaciones en paz

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Por Yelandi Milanés Guardia | 2 julio, 2019 |
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Carnaval de Bayamo 2018/FOTO Luis Carlos Palacios

Cualquiera pensaría que con este título, Vacaciones en paz, estoy invitando a veranear en un lugar distante de la civilización y del hombre, donde reine la calma y no existan la vida agitada y la contaminación sonora de las grandes ciudades.

Pero el que así cavile, le informo que me referiré a otra arista de las vacaciones, y es la relacionada con la tranquilidad imprescindible en el período veraniego.

La llegada de julio y agosto trae aparejado al calor intenso, una etapa en la que un grupo de personas se  divierte a plenitud y disfruta de lugares recreativos y de sano esparcimiento.

Pero tan buenos proyectos para nuestra salud física y mental, pueden verse minados por un fenómeno que en tiempos festivos  hace su aparición, y que desdibuja el hermoso plan vacacional planificado.

Ese aspecto negativo son las peleas y las riñas, que  acaban con la alegría, calma y  disfrute de las opciones del lugar donde se genera el conflicto.

Resulta lamentable que lo que comenzó bien, termine de manera diferente, porque algunas personas  pasaditas de tragos o con una actitud violenta ante cualquier situación, echen por tierra la tranquilidad y la felicidad de los que acudieron a ese sitio en busca de esparcimiento y con ganas de darle placidez al cuerpo.

Se avecinan campismos, visitas a playas, recorridos por lugares históricos, recreativos, culturales y, en nuestro caso, el carnaval de las dos principales ciudades de Granma, Bayamo y Manzanillo.

Cuántas veces una de estas opciones se ha visto  manchada y descolorida por rencillas, que a veces han terminado en hechos sangrientos y hasta en la muerte de algunos de los implicados en la querella.

A cuántos de los presentes se les fastidia la jornada por el temperamento colérico de algunos, que no solo lastiman a otros, sino que muchas veces destruyen todo cuanto ven a su paso y arremeten hacia todas direcciones como hordas salvajes.

Sobran ejemplos en los cuales los espectadores, mal posicionados, los alcanza una piedra, un palo o una botella que les ha generado heridas, porque los púgiles callejeros se ciegan y no distinguen en la multitud a sus oponentes de quienes velozmente se apartan o huyen, para no verse afectados en una guerra brutal que no iniciaron ni quieren verse involucrados.

Y que hablar de las fiestas y de la música que terminan porque fueron “aguadas” por la disputa. Pero para frenar esas trifulcas no solo vale con la asistencia a los espacios bailables y recreativos de los agentes del orden, quienes juegan un rol preventivo y disuaden con su presencia.

Otra manera de evitar esos sucesos desagradables está en que las personas no se pasen de tragos y sean más tolerantes con sus semejantes. También ayuda que las familias velen por lo que llevan sus integrantes cuando van a una celebración, pues nadie que porta un arma blanca o un objeto percutor lleva buenas intenciones a un área de esparcimiento colectivo.

Hagamos de julio y agosto un período diferente, no solo por los lugares que visitaremos y las cosas distintas que haremos, sino porque en esos meses haya menos o ninguna pelea, pues, sin dudas, ello contribuirá a que disfrutemos de un verano en paz o para decirlo de otro modo, de unas felices vacaciones.

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