Cualquiera pensaría que con este título, Vacaciones en paz, estoy invitando a veranear en un lugar distante de la civilización y del hombre, donde reine la calma y no existan la vida agitada y la contaminación sonora de las grandes ciudades.
Pero el que así cavile, le informo que me referiré a otra arista de las vacaciones, y es la relacionada con la tranquilidad imprescindible en el período veraniego.
La llegada de julio y agosto trae aparejado al calor intenso, una etapa en la que un grupo de personas se divierte a plenitud y disfruta de lugares recreativos y de sano esparcimiento.
Pero tan buenos proyectos para nuestra salud física y mental, pueden verse minados por un fenómeno que en tiempos festivos hace su aparición, y que desdibuja el hermoso plan vacacional planificado.
Ese aspecto negativo son las peleas y las riñas, que acaban con la alegría, calma y disfrute de las opciones del lugar donde se genera el conflicto.
Resulta lamentable que lo que comenzó bien, termine de manera diferente, porque algunas personas pasaditas de tragos o con una actitud violenta ante cualquier situación, echen por tierra la tranquilidad y la felicidad de los que acudieron a ese sitio en busca de esparcimiento y con ganas de darle placidez al cuerpo.
Se avecinan campismos, visitas a playas, recorridos por lugares históricos, recreativos, culturales y, en nuestro caso, el carnaval de las dos principales ciudades de Granma, Bayamo y Manzanillo.
Cuántas veces una de estas opciones se ha visto manchada y descolorida por rencillas, que a veces han terminado en hechos sangrientos y hasta en la muerte de algunos de los implicados en la querella.
A cuántos de los presentes se les fastidia la jornada por el temperamento colérico de algunos, que no solo lastiman a otros, sino que muchas veces destruyen todo cuanto ven a su paso y arremeten hacia todas direcciones como hordas salvajes.
Sobran ejemplos en los cuales los espectadores, mal posicionados, los alcanza una piedra, un palo o una botella que les ha generado heridas, porque los púgiles callejeros se ciegan y no distinguen en la multitud a sus oponentes de quienes velozmente se apartan o huyen, para no verse afectados en una guerra brutal que no iniciaron ni quieren verse involucrados.
Y que hablar de las fiestas y de la música que terminan porque fueron “aguadas” por la disputa. Pero para frenar esas trifulcas no solo vale con la asistencia a los espacios bailables y recreativos de los agentes del orden, quienes juegan un rol preventivo y disuaden con su presencia.
Otra manera de evitar esos sucesos desagradables está en que las personas no se pasen de tragos y sean más tolerantes con sus semejantes. También ayuda que las familias velen por lo que llevan sus integrantes cuando van a una celebración, pues nadie que porta un arma blanca o un objeto percutor lleva buenas intenciones a un área de esparcimiento colectivo.
Hagamos de julio y agosto un período diferente, no solo por los lugares que visitaremos y las cosas distintas que haremos, sino porque en esos meses haya menos o ninguna pelea, pues, sin dudas, ello contribuirá a que disfrutemos de un verano en paz o para decirlo de otro modo, de unas felices vacaciones.