En cualquier lugar donde esté Eduardo, su tío paterno, debe sentirse orgulloso, contento de haberlo iniciado en el dibujo y el amor al arte.
“Él era zapatero en Manzanillo, me enseñaba modelos pintados para hacer el calzado y eso despertó el bichito en mí”, cuenta ahora Yoel Quezada Rodríguez, un artista de la plástica que este año celebra dos décadas y media de su primera creación profesional.
Esas enseñanzas crecerían en la casa de la cultura de la Ciudad del Golfo, en la que encontró como profesor de pintura nada menos que a un mago, Pablo, otro que incentivó pasiones.
“Tenía 10 años cuando recibí aquellas clases, así me enamoré más de las artes plásticas. Luego pasé la escuela elemental, también en Manzanillo. Supe sobre escultura, grabado, pintura, dibujo cerámica y algunas técnicas”, cuenta este profesional que en julio cumplió los 45.
Pero, al terminar esos estudios, vendría una gran disyuntiva. Sus padres, Ramón y Milagros, querían verlo como médico y pensaban que podía estudiar en el Instituto Preuniversitario Vocacional en Ciencias Exactas (IPVCE) de Holguín. Él, por el contrario, creía firmemente en el arte como ruta.
Terminó estudiando en la academia de artes plásticas José Joaquín Tejada, de Santiago de Cuba, de la que egresó en 1995. Allí terminaría de comprender que un creador debe buscar la integralidad, aunque él se define hoy “básicamente como un pintor”.
“He montado instalaciones y tengo obras figurativas o abstractas, aunque siempre sostengo que hay que transmitir mensajes. Mis creaciones son modos de expresarme, no haría alguna sin quedar bien conmigo mismo”, sentencia este licenciado en Educación en la especialidad de Instructor de Arte (2011).
Y si complicado fue aquel duelo con sus padres no menos espinoso resultó su peregrinar por tres años como artista independiente por La Habana, donde tuvo que crear con mayor urgencia y donde aprendió de personas autodidactas “que poseen una práctica increíble”.
De retorno a Granma, Yoel incursionaría en la docencia durante una década en la academia bayamesa Oswaldo Guayasamín y durante dos años en la Escuela de Instructores de Arte Cacique Hatuey, ubicada a 14 kilómetros de la Ciudad Monumento.
Claro, siguió pintando y creciendo. Ganó premios o menciones en distintos salones –en el Provincial de la UNEAC, 10 de Octubre, Nacional de Paisaje, Manuel del Socorro, Bienal de Arte de Religiosos Contemporáneo- y montando exposiciones.
En 2008 pasó seis meses en la República Bolivariana de Venezuela como uno de los iniciadores de la misión Cultura Corazón Adentro, en la que conoció los cerros de Caracas, impartió talleres en comunidades apartadas e intercambió con niños que se asombraron con las lecciones recibidas.
“Fue una experiencia valiosa y por momentos increíble. Encontré un pequeño de ocho años que no se sabía los colores y eso me movió las entrañas”, reflexiona.
Desde hace 15 años las obras de Yoel tienen la venia orgullosa o la crítica sana de Lira Reyes Rodríguez, la muchacha que entró en su vida para convertirse en oasis en los tiempos inclementes y también en compañera de empresas. Ella, quien se desempeña como diseñadora teatral, es también una artista de la plástica, que aborda especialmente el tema de la mujer.
“Siento que al lado de ella he avanzado porque nos damos ideas, nos criticamos mutuamente y teorizamos un poco sobre cada obra. Sé que a veces soy demasiado exigente, pero me lo agradece”, expone él.
Aunque, sin dudas, la mejor creación de los dos se llama Liz, la niña de 13 años que también se ha inclinado por las artes plásticas y asombra con su manera de pintar.
Yoel asegura que es un amante de creadores como Vincent van Gogh, Miguel Ángel, Víctor Manuel, Abela, Carlos Enríquez, Cosme Proenza o Arturo Montoto. Y que se dibuja a sí mismo como un inconforme con su obra, “que ha borrado de día lo que hizo de noche para perfeccionarlo”.
Uno de sus lamentos: que su progenitora amada, Milagros, no esté desde hace tres años. Por suerte, ella pudo constatar con sus propios ojos que Yoel tenía la razón cuando, por encima del estetoscopio, escogió el lienzo y el pincel.
Agradezco al periodista Osviel Castro por destacar la vida y obra de mi esposo Yoel Quezada. Luego de su pasión por la plástica se destaca por ser un asiduo lector de los periódicos de alcance nacional y le honra reconocerse en una de sus páginas.gracias.