Regresar a su natal Cauto Cristo siempre le resulta más que agradable, “es algo bonito, jamás olvido a la familia ni a las amistades; es inevitable retornar al pasado”. Así describe el exremero Yunior Pérez Aguilera cada reencuentro con su terruño.
Muy cerca de allí, en las márgenes del río Cauto, comenzó a desandar en un mundo, del que no ha podido desprenderse, aunque permanezca alejado del deporte activo, hace algunos años.
Entre tantos e imborrables recuerdos en su tránsito por aguas internacionales, sobresale el accidente que provocó, junto a su compañero de embarcación y en medio de su primera incursión internacional, en la Copa del mundo en Austria (2001), “por un mal recorrido chocamos con otro bote”, describe vía Facebook.
Pero ningún otro retumba en su memoria, como el sexto lugar que alcanzó en los Juegos Olímpicos Beijing 2008, “avancé a la final y fue lo mejor de mi carrera”, afirma sin titubear.
Hasta ese momento, el desempeño de Pérez Aguilera clasificó entre los dos mejores del remo cubano en citas bajo los cinco aros, para encontrar un espacio en la élite mundial, aunque años atrás ya había ganado un lugar en el continente, al ganar el doble par peso ligero en los Juegos panamericanos de Santo Domingo (2003) y Río de Janeiro (2007).
Desde principio de año, Yunior trabaja como asistente en el club Regatas Lima, en Perú, allí entrena a 21 atletas y lamenta no haber avanzado más, debido al azote de la Covid-19, “llegué en enero y a los dos meses, la pandemia detrás”, refiere.
A pesar de las limitaciones causadas por el brote del Sars-Cov-2, continuó trabajando, “por el Zoom dirigimos los entrenamientos; así participamos en competencias virtuales de Remoergómetro, la última fue un sudamericano donde un atleta infantil quedó en tercer lugar”, agrega.
Hace apenas dos semanas, regresaron al agua y comenzaron a remar con un grupo reducido de atletas, “pero con un protocolo exigente y bajo estrictas medidas de seguridad”, comenta Pérez Aguilera, entre las que cita, la prohibición de saludos, el uso obligatorio de mascarillas y el protector facial, además de circular dentro del club -donde está todo señalado- en un solo sentido.
Yunior jamás se arrepiente de haber practicado el remo -luego del béisbol y un leve paso por el canotaje-, a pesar de lo exigente del deporte, “el remero trabaja en el gimnasio que no te imaginas, corre, nada y por supuesto, rema kilómetros y kilómetros, tiene que gustarte…”, acota.
De momento, Yunior y sus alumnos aprovechan todo lo que puedan ante el acercamiento de algunos torneos: “En enero tenemos el Sudamericano y el Preolímpico. El club está presentando un doble ligero de mujeres; tal vez, hagan otra eliminatoria para un doble masculino”, revela.
Y aunque la Covid-19 impone un triste panorama en todo el orbe, el cautocristense mantiene vivas las esperanzas de “que uno de mis atletas logre una medalla mundial u olímpica; ese sería mi mayor sueño”.