
Aunque se esfumó la intención de avanzar a las semifinales del balonmano para damas, sería injusto no reconocer la buena impresión que dejó la selección de Cuba, en los I Juegos panamericanos júnior.
Una costosa derrota (23-40) impidió a las alumnas de Jorge Coll Arencibia incluirse entre los cuatro equipos que disputarían las medallas. Revés que, además de mandarlas a la ronda de consuelo, dejó al descubierto las lagunas que atentan contra un mejor desempeño.
En el balonmano, como en cualquier deporte colectivo, cada pieza cuenta. Además, se necesita acople y eso faltó a ratos en la propuesta de las cubanas.
Aún así, mostraron crecimiento y eso también merece elogios, desde el impensado triunfo sobre Brasil (30-29) hasta algunas individualidades, que parecen listas para empeños mayores.
Entre ellas, sobresalen las granmenses Liliamnis Rosabal Salazar y Melisa Arias Pazo, evidencia de que el balonmano aquí recobra el prestigio de antaño.
La riocautense Rosabal, como principal referente ofensivo del equipo, anotó 28 goles en la fase preliminar; al tiempo que la bayamesa Arias, convocada desde la Eide Pedro Batista Fonseca, funcionó como jugadora de cambio y perforó la portería contraria en nueve ocasiones.
Absolutamente nada hay que reprocharles a las discípulas de Coll, al menos, dieron la cara y hasta el último momento batallaron por seguir en competencia –vencieron 43-27 a República Dominicana-, mientras revivían un sueño que dejó de ser inalcanzable.