El 29 de enero de 1895, hace 130 años José Martí firma la orden de alzamiento y el reinicio de la guerra de independencia en Cuba.
A inicios de febrero de 1895 arribó al puerto habanero en el ferry de Florida el patriota cubano Miguel Ángel Duque de Estrada con apariencia de hombre de negocios. Al llegar a la Aduana extrajo de su chaqueta un tabaco y lo llevo a la boca. Al tocar tierra volvió a guardarlo para cumplir la misión más importante de su vida de conspirador.
El tabaco debía ser entregado a Juan Gualberto Gómez, representante de José Martí, en La Habana para que hiciera llegar el aviso del levantamiento a los jefes conspiradores en otras regiones.
El documento dejaba claro que “[…] autoriza el alzamiento simultáneo […] de las regiones comprometidas […] durante la segunda quincena —y no antes— del mes de febrero”.
Y agregaba que: se “[…] considera peligroso y de ningún modo recomendable todo alzamiento en Occidente, que no lo efectúen a la vez que los de Oriente […]”, teniendo en cuenta las características del movimiento revolucionario en esas zonas, y se reafirma la voluntad de la emigración de aportar “[…] los valiosos recursos ya adquiridos y la ayuda continua, incansable del exterior […]
El 7 de febrero, Juan Gualberto Gómez envía a Martí un cablegrama con la clave «Giros aceptados». Esto expresaba el acuerdo final para la guerra. La Junta directiva reunida en La Habana acordó como fecha para tales acciones el 24 de febrero, por ser domingo y además festivo.
Al mismo tiempo, Juan Gualberto envía comisiones para corroborar que el alzamiento se haría en la fecha del 24 de febrero. El comisionado Pedro Betancourt Dávalos va a Las Villas, donde el Coronel Francisco Carrillo acepta; el comisionado Juan Tranquilino Latapier va a Oriente a asegurar la participación del Mayor General Guillermón Moncada y el coronel Bartolomé Masó.
Guillermón Moncada recibe la orden por telegrama el 22 de febrero y rápidamente avisa a los otros jefes del territorio. Parte de Santiago de Cuba, con dirección a Alto Songo, y se unió a la lucha. También se unen a la guerra las zonas de Ti Arriba, Palma Soriano y Mayarí.
El 24 comenzó la lucha en el resto de las regiones orientales. Las fuerzas alzadas se reúnen en Baire y en asamblea de jefes y oficiales, nombran cargos provisionales y se organizan por territorios para la guerra.
Con este hecho se reinició en Cuba, la lucha contra el colonialismo español, una guerra necesaria, continuidad de la iniciada el 10 de octubre por Carlos Manuel de Céspedes.
Estas acciones facilitaron el arribo a Cuba de José Martí después de haber viajado por diferentes países de América y ciudades de Estados Unidos recaudando fondos y uniendo a los principales jefes de la Guerra del 68 para la nueva contienda.
Tres años de duro bregar tuvieron los cubanos en este nuevo empeño de ver a Cuba libre, sin embargo la captura de algunos jefes, la retirada de conspiradores, la traición y el fusilamiento por los españoles permitió que la victoria fuera arrebatada por los Estados Unidos e intervinieran en la isla.
Se instaura en Cuba la neocolonia y se convierte la Isla en un apéndice constitucional que permitía a la nación norteña intervenir en el territorio a su antojo.
No fue hasta 1959 que llego la verdadera independencia cuando triunfa la revolución comandada por Fidel Castro que promovió medidas de corte económico, político y social y se fundó la Republica “con todos y para el bien de todos” soñada por Martí.
En el aniversario 120 del inicio de la Guerra Necesaria en el Centro de Estudios Martianos en La Habana el doctor en Ciencias Históricas e Investigador titular Ibrahim Hidalgo Paz señaló que “el 24 de febrero de 1895 no fue el resultado del pensar y el hacer de un solo hombre, de una personalidad aislada. José Martí fue el guía, el conductor, el unificador de voluntades y de acciones, pero en este proceso, como en cualquier otro de orden social, ningún individuo logra lo que la mayoría rechaza, ni puede hacer caso omiso de las circunstancias históricas. Aquel hecho fue el resultado de un conjunto de voluntades unidas tras propósitos definidos, conocidos y compartidos, los cuales respondían a los deseos y las aspiraciones populares.