
Procedentes de la Ciudad de México, hace 92 años llegaron a Cuba las cenizas del líder estudiantil antimperialista Julio Antonio Mella, asesinado el 10 de enero de 1929 por órdenes del dictador cubano Gerardo Machado.
Las cenizas permanecieron en México, por espacio de 4 años debido a la permanencia en el poder en Cuba de su homicida Gerardo Machado, quien en agosto de 1933 fuera derrocado por una huelga general obrera y revolucionaria.
Después de la caída de Machado, los compañeros de lucha de Mella decidieron transportar sus cenizas a la nación cubana.
Miembros de organizaciones revolucionarias en Cuba y México, como el Partido Comunista, la Liga Juvenil Comunista, la Federación de Estudiantes Revolucionarios de México, el Ala Izquierda Estudiantil de Cuba y un grupo de intelectuales antimperialistas realizaron una recaudación para costear el traslado de los restos a Cuba.
Una comisión presidida por Juan Marinello se encargó del traslado para que estas permanecieran siempre bajo la custodia del pueblo por el cual luchó y entregó su vida.
Dos días después de su llegada, las cenizas debían ser depositadas en un pequeño obelisco erigido para ese fin en el Parque de la Fraternidad.
Inicialmente son trasladadas al local de la Liga Antiimperialista, en la calle Reina, donde Rubén Martínez Villena exhorta a los asistentes a seguir el ejemplo de Mella…
«Camaradas, aquí está, sí, pero no en ese montón de cenizas sino en este formidable despliegue de fuerzas. Estamos aquí para tributar el homenaje merecido a Julio Antonio Mella, inolvidable para nosotros, que entregó su juventud, su inteligencia, todo su esfuerzo y todo el esplendor de su vida a la causa de los pobres del mundo, de los explotados, de los humildes… Pero no estamos solo aquí para rendir ese tributo a sus merecimientos excepcionales. Estamos aquí, sobre todo, porque tenemos el deber de imitarlo, de seguir sus impulsos, de vibrar al calor de su generoso corazón revolucionario. Para eso estamos aquí, camaradas, para rendirle de esa manera a Mella el único homenaje que le hubiera sido grato: el de hacer buena su caída por la redención de los oprimidos con nuestro propósito de caer también si fuera necesario».
Las honras fúnebres estuvieron marcadas por agresiones a los manifestantes y asaltos a los locales de las organizaciones revolucionarias. Tan es así que el régimen prohíbe el acto previsto para el Parque de la Fraternidad y ordena a sus secuaces destruir el obelisco donde reposarían las cenizas de tan afamado líder revolucionario.
Las cenizas de Mella fueron rescatadas del tiroteo y la persecución y escondidas en varios sitios hasta el triunfo de la Revolución en que se depositaron definitivamente en el Memorial Julio Antonio Mella en 1976.
Patrimonio Documental. OHC
Periódico Granma