
De Angola trajo, y aún conserva, las cicatrices de heridas de bala en las espaldas, la rodilla y el tobillo de la pierna derecha, y la satisfacción de haber contribuido a salvaguardar su independencia.
A esa nación africana Luis Enrique Pompa Santos fue, en 1981, como “integrante fundador de la Operación Olivo de lucha contra bandidos (LCB), bajo el mando del artífice de la LCB en Cuba, el general Raúl Menéndez Tomasevich”.
“Estábamos, añade, integrados en grupos de 26 combatientes, entre ellos algunos con gran experiencia en ese tipo de lucha, sobre todo oficiales de alta graduación. Estuve bajo el mando del entonces coronel Santiago Terry. La brigada mía era la 36, destacada en la provincia de Cuando Cubango”.
Al escucharlo, parece que habla a los muchos alumnos que tuvo mientras fue, hasta jubilarse, profesor de Metodología de la Investigación Científica, en la Universidad de Granma.
“La primera gran acción combativa en la que participé fue en un lugar de la provincia Mongüé, donde teníamos la misión de atacar a un centro de logística de la Unita (Unión Nacional para la Independencia Total de Angola), denominado Región 63. Llegamos por la tarde y acampamos en un monte próximo, para al otro día por la madrugada salir a realizar la acción”.
En la zona estaban fuerzas de la Unita, con el encargo de volar un puente de la carretera que comunicaba con las provincias de Mongüé y Cuando Cubango y los atacan.
“Un compañero nombrado Diego estaba a mi lado y dice: nos están tirando con morteros, y le digo: ya tú llevas tiempo aquí y debes saber diferenciar lo que es un trueno y un disparo de mortero, diciéndole eso, cae un obús de mortero cerca de nosotros y… bueno, a correr a protegernos y tomar posiciones.
“Algunos (soldados) Unita entraron por el mismo lugar en el que estábamos acampados nosotros, de manera que se armó el combate, incluso cuerpo a cuerpo, y en esas circunstancias no sabíamos quién era quién, porque ellos llevaban vestimenta igual a la de nosotros y en la confusión no estábamos claros de a quién dispararle.
“Logramos hacerlos retirar, pero tuvimos algunas bajas, entre las cuales recuerdo la de un comunicador igual que yo, de La Habana, llamado Juan, quien cumplía su segunda misión, y estaba apostado con su ametralladora en un montículo, le dispararon y pensábamos que estaba herido.
“Salí bajo las balas, lo cogí por la chamarreta, lo arrastré hasta el lugar en el que nos encontrábamos apostados, le vi una marca aquí (señala con un dedo en su frente) y al virarlo me doy cuenta que tenía un gran hueco en la parte de atrás de la cabeza, había muerto de manera instantánea”.
En medio de la balacera, prosigue Luis Enrique, él se comunicaba con Tomasevich, y éste preguntaba “cómo estaba aquello, yo le respondía: feo, le pedía que enviaran los aviones y helicópteros de combate y él me decía: aguanten, demuestren que ustedes son cubanos, y le contesto: ¡cojo…, eso estamos haciendo, pero manden la aviación!
“Después que acabó aquella acción, Tomasevich fue allá, preguntó quién se comunicaba con él, le dije: yo, pensando que me iba a asar, por el contrario, me dijo: así se hace en el fragor del combate”.
Tras concluir el enfrentamiento, entristecidos por la muerte de compañeros, la brigada de Luis Enrique parte a cumplir la misión de atacar la Región 63, encontrándola vacía por cuanto sus ocupantes habían sido avisados y marcharon.
“Ahí estuvimos tres días y a desandar como 60 kilómetros, con todo el equipamiento encima: fusil, equipo de comunicación, bolsa con mil balas, alimentos… al llegar a donde estaban los vehículos del grupo mío, tuvieron que quitarme la mochila de encima y caí al suelo, sin fuerzas”.
Recuerda el testimoniante que tras recuperarse físicamente, a su tropa le dieron algunas misiones rápidas, luego ir a relevar una brigada y salieron a cumplirla.
“Salimos hacia Vila Nova de Armada, como siempre hacíamos, por la selva, a la intemperie, porque no teníamos campamento, decíamos que los que parecíamos bandidos éramos nosotros.
“Creo que a no menos de 15 kilómetros de Cuito Cuanavale nos hicieron la primera emboscada, ya sabían que íbamos para allá, nos causaron algunas bajas, sobre todo de combatientes de las Fapla (Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola), y quemaron carros.
“Nos repusimos, avanzamos, kilómetros más adelante, otra emboscada, grande también, perdimos otros compañeros; de nuevo en marcha, llegamos a un lugar llamado Baisolonga, donde había un río y lo primero que hicimos fue bañarnos, corriendo peligro, pues los enemigos ponían minas en esos lugares.
“Allí reparamos la técnica y seguimos, más adelante otra emboscada, grandísima, comenzó alrededor de las 6.00 de la mañana y a la 1.00 (de la tarde) todavía estábamos fajados, ya nuestros morteristas de las Fapla no tenían municiones.
“La Unita atacaba por oleadas, venía un grupo, se retiraba y venía otro, Nosotros estábamos prácticamente diezmados, con pocas municiones, cuando pensábamos que venía la otra oleada, conversaba con un compañero de apellido Moré, le puse El Diablo, y le digo: Diablo, ahora sí nos van a pasar por arriba, y me dice: sí, pero vamos a vender cara la vida, ahí alineamos, hasta que se produce un silencio y parece que ellos estaban en las mismas condiciones y se tuvieron que retirar.
“Luego vinieron los helicópteros, a recoger los muertos y los heridos, traernos municiones, algunos alimentos y hasta vino, que nos cayó muy bien, fue a lo primero que le fajamos.
“En ese combate sentí un golpe en el cuerpo, pero no sabía lo que era, luego nos explota encima un cohete, me hiere también y a Moré en la espalda, se la reviso, le veo dos huecos, me pregunta si es mucho, le digo que no, pero en realidad pensaba que estaba liquidado, lo vendé, en un momento balas trazadoras prenden la hierba, me fui a virar y la pierna me falló, entonces me di cuenta que estaba herido”.
“Energizados” con el vino y alimentos ingeridos, bien apertrechados y favorecidos por la oscuridad, los integrantes de aquella tropa de combatientes angolanos y cubanos ocupan posiciones en una atalaya y… “por la mañana, cuando vinieron a atacarnos de nuevo, lo que les cayó fue mucho, con el refuerzo de la brigada que íbamos a relevar que venía avanzando, los encerramos entre dos fuegos”.
Hecha la calma, Luis Enrique siente fuerte dolor en la pierna lastimada, llegan helicópteros y es evacuado, junto a otros heridos, a Menongüe, de ahí, en avión, a Luanda y luego a Cuba, para ser operado en el Hospital Militar Central Doctor Luis Díaz Soto (Naval), de La Habana.
La intervención quirúrgica en la pierna fue, asegura, un éxito, en lo adelante pudo correr, saltar, realizar ejercicios físicos, pues le gusta hacerlo, una de las razones por las que estudió Licenciatura en Cultura Física, pero de un tiempo hacia acá comenzó a sentir cierta molestia e incluso a veces cojea “debe ser –dice- por la edad (68años)”.
Dieciséis meses estuvo el teniente de la reserva de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Luis Enrique Pompa Santos en suelo Angolano.
“Una gran experiencia que marca a uno para toda la vida. Recuerdo casi todo con mucha nitidez, precisamente por la trascendencia de los hechos. Duele mucho tener a un compañero, estar conversando con él y que dentro de un rato esté muerto, eso sucedió. Yo quería cumplir una misión y la cumplí. Contribuí en alguna medida a la liberación de un país africano. Un pequeño aporte que valió la pena”.
Él es uno de los más de 30 mil granmenses que participaron en la misión militar cubana en Angola, denominada Operación Carlota, con el objetivo de contribuir a salvaguardar independencia e integridad territorial de esa nación africana, iniciada el 5 de noviembre de 1975 y concluida, de manera oficial, el 27 de mayo de 1991.
A otros llamados a cumplir misiones internacionalistas, como civil, en Venezuela, Guatemala, República Dominicana, el Máster en Ciencias e integrante del claustro nacional de maestrías, Luis Enrique Pompa Santos dijo, también, presente.