
Durante la guerra que tuvo lugar en Angola de 1975 a 1988, cuatro veces fue a ese país sudafricano Ismael González González, fotorreportero del periódico Granma Internacional.
A pie, en vehículos militares, aviones y helicópteros, anduvo por la nación sudafricana y disparó una, y otra, y otra vez… las cámaras fotográficas.
Sentado en un balance en el patio interior de su vivienda en la calle 26 de Julio, en Bayamo, rememora sus andanzas como corresponsal de guerra en la patria de Agostinho Neto.
Recorrió, dice, casi todo el país, visitando las unidades militares y haciéndoles fotos a oficiales y soldados, a las instalaciones en las cuales descansaban y a sus medios de combate.
Las lentes de sus aparatos fotográficos captaron, también, los rostros y el quehacer en suelo angoleño de maestros, médicos, leñadores que cortaban madera en Mayombe y otros colaboradores civiles cubanos; el bello y variado paisaje angolano, a sus habitantes y ciudades en las que estuvo.
Aunque han transcurrido décadas desde que hizo aquellos periplos, los recuerdos que de ellos tiene son imborrables, asevera Ismael González, porque “yo no tenía idea de lo que era un quimbo, la desgracia humana que observé allí, ver los comercios de Luanda, una ciudad moderna, preciosa, cerrados, era una urbe fantasmal”.
Añade que aunque decirlo puede parecer una verdad de Perogrullo, le impactó constatar, en aquellas condiciones difíciles, de guerra y peligro real de ser herido e incluso perder la vida, “era realmente elevada la moral de los combatientes cubanos, la mayoría jóvenes, muchachos que estaban cumpliendo su Servicio Militar o de la reserva”, y la forma en que convivían con los angolanos militares y civiles.
“Otro de los hechos, enfatiza, que me impresionó en aquellos recorridos, fue la cantidad de amigos y conocidos que encontré. Ver a un amigo allá, en una unidad militar a dos metros bajo tierra, era una fiesta emocional lo que se producía en ese momento.

“En una ocasión fui a una base aérea y resulta que su jefe era un compatriota mío de Sibanicú, habíamos estudiado juntos en Educación Primaria, él cuando niño era limpiabotas y vendedor de anoncillos y se había convertido en oficial piloto de aviones de combate. Imagínate lo que sentimos ambos en ese instante”.
Ismael González hace constar que en sus viajes de trabajo a la República de Angola, no estuvo en acciones combativas, pero sí pudo escuchar “en vivo y en tiempo real” cómo suenan las armas ligeras al ser disparadas.
“En Cabinda fuimos, dos colegas y una representante de la Uneca (Unión de Empresas Constructoras Caribe) como guía, a un lugar que era como un mercado, con una manzana bajo techo y una sola puerta de salida, estando allí dentro se armó una balacera entre una escuadra de las Fapla y gente enemiga que aquello daba miedo, la arena desprendida de las paredes y techos por los proyectiles nos caían encima, la compañera se nos perdió y la encontramos después que aquello terminó, unos angolanos la tenía escondida en una casa, para protegerla”.

Al conversar con Isma, como le decimos sus compañeros del periódico La Demajagua, publicación en la cual laboró algo más de un lustro antes de jubilarse, sobre su labor reporteril en Angola, motivados por el advenimiento del aniversario 30 de concluida oficialmente, el 27 de mayo de 1991, la misión militar cubana en aquel país, denominada Operación Carlota, es obligatorio, desde el punto de vista periodístico, traer a colación otras tareas por él cumplidas allende los mares de la Mayor de las Antillas.
Por ejemplo, en Nicaragua, durante la guerra civil desatada tras el triunfo de los sandinistas en 1979; en Granada, 10 días antes de la invasión norteamericana a esa pequeña isla, del 25 al 29 de octubre de 1983, Mozambique. Argelia y la República Árabe Saharaui Democrática (RASD).
Precisa que se detendrá en lo relacionado con el viaje a la RASD en ocasión del XX aniversario de la fundación, el 10 de mayo de 1973, del Frente Polisario, movimiento de liberación nacional del Sahara Occidental, porque “allá viví grandes experiencias, hice fotos impresionantes, viajé de noche por el desierto con combatientes polisarios que se orientaban por los astros, lo hacían como si anduvieran en el mar, para mí todo aquello era igual”.

También visitó, añade, el lugar en el cual había un fuerte y se realizó una de las batallas más grandes de los saharauís con los marroquíes y dejaron el escenario como museo, tal como quedó al ellos, los saharauís, ganar la batalla, los muertos y las bombas donde cayeron.
Estuvo, además, en el campamento de refugiados en Tinduf, área cedida por Argelia, “una ciudad con calles y edificios convertidos en tiendas de campaña para los ancianos y otras personas que no podían pelear”.
La labor como corresponsal de guerra forma parte del extenso currículo de Ismael González, que le valió merecer el premio provincial Por la Obra de la Vida Rubén Castillo Ramos 2013, de la Unión de Periodistas de Cuba en Granma, ocasión en la que declaró a la Agencia Cubana de Noticias:

“Todo mi trabajo ha estado dedicado siempre a defender la Revolución, dar a conocer mediante imágenes lo que la Revolución necesita que se vea, aquí en el país y fuera del país, porque estuve en 10 misiones reflejando lo que hacían nuestros internacionalistas, nuestros colaboradores, nuestros militares, recogiendo lo que hacían en otras tierras del mundo”.
Aunque aún hace fotos y repara cámaras fotográficas, nuestro entrevistado concuerda con el dicho de que los jóvenes están para hacer la historia y los mayores para contarla. Su hijo Ismael Francisco es fotorreportero y su hija Yordanka, maestra, le sabe un mundo a la fotografía. De tal padre…

