
Lo reconoce y ni una pisca de remordimiento lo invade: “Tokio 2020 me dejó un sabor amargo. Fue la primera competencia lejos del podio, desde mi debut internacional en 2011”. Por el contrario, dos meses después, deja descubrir su optimismo, “pero nada como para derrumbarme”.
Así prefiere recordar Lorenzo Pérez Escalona su tercera incursión en Juegos paralímpicos, aunque por supuesto sobresale como la peor aventura, hasta el momento, en su fructífero recorrido por las piscinas del mundo.
Para nada intenta justificar lo acontecido en la capital de Japón, de donde salió con las manos vacías. Pero el camino que lo llevó hasta allí fue más duro de lo que él imaginó.
“La preparación se vio interrumpida en más de una ocasión y por diversas razones, además de carencias y limitaciones que enfrentamos a diario; incluso, asistí a la Copa del mundo de Madeira, en Portugal, apenas una semana después de recibir el alta médica, porque padecí la Covid-19”, rememora.
Revela que constantemente hicieron adecuaciones a los planes de entrenamiento y, cuando todo parecía que mejoraba, su familia también se contagió. Ahí comenzaron otras preocupaciones, “casi ni dormía, pero desde la distancia nada podía hacer”.
La Covid-19 también le dejó secuelas, de las que aún no ha podido recuperarse, “aparecieron trastornos en la frecuencia cardiaca, debido a una inflamación en el pericardio”.
Cuenta que en Dubái, donde asumía la fase final de la preparación, aparecieron las primeras evidencias, y que bajó más de 10 kilogramos de peso (de 80 a 67), “perdí fuerzas; pensé que al regresar cogería algunas libras, pero todavía”, dice con señales de lamento.
Igualmente, la escasez de topes y torneos también le pasó factura: “De seis eventos previstos en la ruta crítica, solo pude participar en uno. En Tokio, traté de sacar el extra, pero…”
Por eso nunca quiso levantar falsas expectativas sobre su posible actuación, “además, sabíamos que el italiano (Antonio) Fantín era el gran favorito; él había roto -en más de una ocasión- el récord mundial y estaba por encima de sus contrarios. Se había convertido en un rival de tremendo nivel”, afirma.
Aún así, creía y confiaba en la posibilidad de agarrar una medalla, pero la alberca tokiota le depararía una sorpresa, “no esperaba ese resultado, aspiraba avanzar a la final de mi principal evento, los 100 metros libres (categoría S6), y no pudo ser, aunque estaba consciente de que sería una competencia dura”.
Lorenzo solo accedió a la discusión de medallas en los 400 m, mientras en el medio hectómetro también quedó eliminado, “eso lo imaginé, cuando supe que se fusionarían dos categorías (S5 y S6)”, agrega.
“Hay que valorar el sacrificio de todos los que nos preparamos en medio de una pandemia y estuvimos allí, eso ya es un mérito”, confiesa, mientras mantiene reposo en su casa, sin hacer ningún tipo de actividad física, y sigue las indicaciones de los facultativos.
“Por mi cabeza jamás ha pasado la idea de retirarme, aunque debo seguir tratándome”, acota antes de agradecerle a la natación por abrirle -nuevamente- las puertas de la vida, “además, soy de las que nunca se rinde y quisiera llegar a París 2024”.