General José Maceo: ímpetu y patriotismo de un mambí

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Por Agencia Cubana de Noticias (ACN) | 1 febrero, 2022 |
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FOTO/ Autor desconocido

Tal vez fue el más vehemente y exaltado bisoño de una familia de mujeres y hombres bravíos, y eso también habla del ser humano que fuera el general José Maceo Grajales, nacido el dos de febrero de 1849 en una finca en Majaguabo, San Luis, próximo a la ciudad oriental de Santiago de Cuba.

Recordando a Martí, este hijo de león y de leona, como su hermano mayor Antonio –Lugarteniente General del Ejército Libertador en la campaña de 1895- fue desde temprano un fiel discípulo de este, en quien vio siempre no solo el vínculo de sangre, sino también el ejemplo, el maestro, el guía.

Se crió en la finca de los padres, quienes no vivían en la extrema pobreza. Disponían de modestos recursos y aunque educaron a su prole desde temprano para el trabajo duro y decoroso en el campo, también se preocuparon porque tuvieran acceso a una instrucción elemental, única posible como mestizos libres que eran en una Cuba todavía esclavista.

Fue un joven campesino muy criollo, quien ayudaba con la mayor disposición en las tareas de la pequeña propiedad de los Maceo Grajales, pero dicen que aun siendo prácticamente un niño era una centella al galope de su caballo y un gran cazador, experto tirador fusil en mano, y un excelente trabajador.

Pero ambos padres eran, además de rectos y honrados, patriotas que supieron educar a sus hijos en los ideales de libertad de la Patria y de los seres humanos encadenados.

Hoy, Mariana Grajales, su progenitora, es venerada como Madre de la Patria. Marcos Maceo, el padre, fue soldado del Ejército Libertador y murió en combate.

Había razones para que el impetuoso José llegara a la juventud y la adultez siendo un hombre de ley. Porque siempre se vieron en él condiciones de guerrero extraordinario, en lo que pronto se convirtió.

Sus contemporáneos hablaron de la admirable puntería, a lo que también añadían su fuerza en el brazo con el machete. Sobre sus humores y arrestos se comentó mucho, algo que siempre lo acompañó, junto a una gran fortaleza física y prestancia en el porte. De él emanaba sin dudas una hermosa estampa.

Con el tiempo y su participación en las tres guerras de independencia -la de los 10 años, la Chiquita y la del 95-, el joven impetuoso y enamoradizo fue canalizando su fuerza y coraje, afinando su disciplina, en la evolución de un hombre maduro que supo evidenciar un elevado pensamiento patriótico e independentista. Intransigente y sin concesiones, la emancipación del país siempre fue lo primero.

Inmediatamente, luego de su incorporación a la contienda de los 10 años el 12 de octubre de 1868, empezó su aprendizaje y entrega heroica. En 1871 se le ve integrando las fuerzas del Mayor General Máximo Gómez, cuando fueron a operar a Guantánamo. Siempre combatió sin tregua, recesando solo el tiempo breve que necesitaba para recuperarse de las heridas de combate.

Con las tropas de Gómez obtuvo un ascenso y pasó al contingente que organizó el Generalísimo para invadir a Las Villas. El 30 de septiembre de 1874 regresó a Oriente, junto a Antonio. Se opuso firmemente a la sedición de Lagunas de Varona el 26 de abril de 1875. La Protesta de Baraguá recibió de él un respaldo tajante.

Siguen años en que recibe el mando del regimiento de infantería Guantánamo, viviendo una etapa en la cual brilló en combates decisivos. Luego retorna a comandar los destacamentos mambises de Santiago. Por entonces ese enorme soldado ya era conocido como el León de Oriente.

Imposible olvidar que en 1877 salvó a Antonio de una muerte casi segura, y además garantiza su resguardo durante la convalecencia. Combatió corajudamente en diversos enfrentamientos, en momentos en que otros cubanos gestaban el Pacto del Zanjón.

Nunca se resignó a la capitulación de los mambises del 68-78, desunidos, minados por los complots y las traiciones, y agotados. En las calles de Santiago de Cuba, en unión de Guillermo Moncada y Quintín Bandera, el 26 de agosto de 1879 se lanzó a la llamada Guerra Chiquita en la parte sur oriental, que duró apenas 10 meses.

Ascendido a General de Brigada, fue imposible continuar la lucha y se vio obligado a contraer un acuerdo, mediante el cual cesaría el alzamiento con la condición de que se le garantizara, a él y a sus compañeros, la salida del país.

Los españoles no honraron lo pactado y el General José fue hecho prisionero en alta mar, camino del exilio, junto a sus compañeros Guillermón Moncada y Quintín Bandera.

Tiempos muy duros tuvo que soportar en inhumanas cárceles de la península, hasta que en 1884 José logra fugarse y puede finalmente llegar a Panamá, donde se reúne con Antonio. Hay constancias de que en el extranjero, él y su hermano nunca dejaron de conspirar y organizarse a favor de proyectos por la emancipación definitiva de su Patria.

Ya junto a su hermano, el Titán de Bronce, en los preparativos de la Guerra Necesaria organizada por José Martí, llegan junto a otros expedicionarios comandados por Flor Crombet.

La guerra había comenzado el 24 de febrero de 1895. En octubre de ese mismo año, Antonio le entregó el mando de la provincia oriental, pues él marcharía con Gómez a extender la campaña a Occidente. Más tarde José entregaría la jefatura a Calixto García.

Vivió una etapa fecunda en combates exitosos y sucesos complejos que probaron su temple e impetuosidad. Su leyenda no hacía más que crecer. Cae fulminado en la Batalla de Loma del Gato el cinco de julio de 1896 y murió poco después en La Soledad de Ti Arriba.

José Martí lo estimó en su valía, cuando le escribió previamente a los últimos combates de ambos: “Quien ha defendido con valor mi Patria y su libertad de hombre, es como acreedor mío y me parece mi hermano”. Fue en carta fechada el tres de noviembre de 1894.

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