El temor al sexo

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Por Melitza Vargas | 18 febrero, 2022 |
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IMAGEN ILUSTRATIVA

Algunas personas experimentan un miedo intenso al acercamiento sexual, que las obliga a detener el vínculo de pareja cuando avanza hacia la intimidad o, a evadir la proximidad con un sujeto de potencialidades para convertirse en su compañero.

Tal comportamiento se reconoce como “desorden de aversión sexual”, descrito en la Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud.

Según los especialistas, consiste en el rechazo extremo al contacto genital o a actividades concretas entre las que se encuentran el coito, el sexo oral, la masturbación y los besos. Y en fases muy avanzadas a otras cuestiones que el individuo considere asociadas a la sexualidad, tal es el caso de las fantasías eróticas, caricias o las miradas seductoras.

El trastorno resulta más frecuente de lo que pudiéramos pensar y tiene un impacto directo en la calidad de vida de quienes lo padecen. Varias fuentes consultadas coinciden en que cerca del 4 % de la población mundial lo sufre, afectando más al sexo femenino.

De acuerdo con el diario español El Mundo, incide en mayor medida en mujeres, debido a cuestiones culturales en donde se replican comportamientos sexuales tradicionales, construidos desde la perspectiva del placer masculino; que provocan el desconocimiento de ellas sobre su cuerpo y los métodos de obtención del propio goce.

Según el momento de aparición de la enfermedad, se clasifica en primaria cuando la causa que la provoca constituye un trauma de la infancia y adolescencia, como abusos sexuales y violaciones; o la educación restrictiva en un ambiente religioso. Y es secundaria si el individuo experimentó sin problemas la intimidad, pero luego tuvo una vivencia traumática en ese ámbito.

El sitio web Consumer señala que puede darse también, de manera situacional, en sujetos que tienen relaciones sexuales incongruentes con su orientación sexual. Por ejemplo, cuando se desaprueba la homosexualidad de un individuo y la sociedad y la familia le insta para que intime con el sexo opuesto.

El desorden no debe confundirse con la falta de deseo en el plano de la sexualidad. Pero la psicóloga española Carme Sánchez aclara que, a veces, cuando una persona tiene un bajo apetito erótico, si su pareja la presiona o insiste demasiado en tener sexo, puede acabar desarrollando antipatía.

Los que viven con esa afección, presentan altos niveles de ansiedad y estados de pánico ante la sola consideración de un acto sexual; acompañados de síntomas fisiológicos como el aumento de la frecuencia cardíaca, sudoración, náuseas, vómitos, vértigo, mareo, tensión muscular, sensación de asfixia y falta de aire.

Quienes la padecen suelen sentir vergüenza de la condición que presentan, lo que dificulta además la realización de funciones sociales básicas como asistir a eventos, al trabajo y relacionarse con amigos. Y a pesar del deseo de algunos por establecer relaciones sentimentales duraderas, las limitaciones sexuales muchas veces se posicionan como una barrera.

Que cada cual encuentre su propio modelo de disfrute erótico es muy importante, y para eso es necesario escucharse a sí mismo y elegir lo que le gusta, le apetece, y lo que no le estimula.

El universo de las preferencias eróticas resulta amplísimo y lo que para una persona resulta tentador en la sexualidad, para otra simboliza lo desagradable. Pero cuando esas peculiaridades en cada quien llegan a ser excesivas, influyen de forma negativa en otras esferas de su existencia.

La educación sexual significa entonces una buena herramienta para prevenir el trastorno. Si a los individuos se le instruye desde las primeras etapas de la vida que la sexualidad forma parte natural del ser humano, y las manifestaciones en ese ámbito no fueran reprimida y vistas siempre desde un punto de vista pecaminoso, se crearía un espacio propicio para el desarrollo psicológico y social de la persona de forma saludable y segura.

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