Sexo y drogas: una peligrosa combinación

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Por Melitza Vargas | 17 marzo, 2022 |
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Imagen ilustrativa/ Autor desconocido

Algunas personas recurren al consumo de narcóticos con el fin exclusivo de potenciar su rendimiento sexual. Con ellas pretenden incrementar las sensaciones placenteras, la erección, la euforia, el deseo y la desinhibición.

Y es que muchas veces, canciones, películas o series de televisión hacen creer que la mezcla de sexo y drogas resulta una insuperable aventura erótica.

¡Pero cuidado! La realidad es otra, pues el consumo de estupefacientes provoca efectos nocivos a la salud física y mental de los individuos; lo que perjudica también su funcionamiento sexual.

Sin finales felices

La primera vez que Rafael acudió a las drogas para aguantar un maratón sexual que duraría lo que el sol se esconde, estuvo inconsciente varias horas y despertó, al amanecer, en un lugar desconocido para él. No recordaba si tuvo sexo con mujeres u hombres, o si se había protegido.

Por desgracia, casi un mes meses después, descubrió que tenía VIH/SIDA. Sintió que la vida se le agotaba y maldijo una y mil veces lo sucedido. Aquella noche fue, para Rafael, un boleto a  la incertidumbre.

El uso de las drogas en la intimidad constituye una práctica milenaria, según diferentes fuentes bibliográficas consultadas. Históricamente hombres y mujeres han buscado sustancias naturales o sintéticas que les permitan acrecentar el placer. Mas a la larga, los resultados de esas invenciones han sido devastadores.

Los bayameses Yenis Milanés Céspedes y José Martínez González, ambos diplomados en Promoción de Salud y en Investigación para la Salud Sexual y Reproductiva, concuerdan en que los mitos relacionados con la función de las drogas en el sexo están más presentes en hombres.

Comparten el criterio de que el varón sufre mayoritariamente la presión social basada en que debe rendir de manera excepcional en las relaciones íntimas; cuya concepción es poco saludable para la salud, y se debe, con frecuencia, a la visión machista y falo centrista de la sexualidad.

“Muchas veces se concentra el desempeño erótico en los genitales y la penetración, y se dejan fuera otros factores involucrados en la intimidad, de igual modo determinantes en el deseo y el goce sexual, tales como los juegos previos, la masturbación, las caricias, la conexión con la otra persona y el amor”, explican los también educadores de la Sección Provincial de Prevención de ITS, VIH/Sida y Hepatitis en Granma.

El Informe Mundial sobre las Drogas, divulgado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito en el 2021 arrojó que cerca de 275 millones de personas en todo el mundo se drogaron en el año 2020, y más de 36 millones sufrieron trastornos por su consumo.

Una publicación del diario El Mundo en el 2018 señala que las drogas que con mayor frecuencia se incluyen en el encuentro carnal son la metanfetamina, la mefredona y el GHB, conocido como éxtasis líquido; seguidas por la cocaína, la ketamina y los denominados poppers. Con el objetivo de favorecer las prácticas sexuales más dolorosas, subir la autoestima y minimizar la necesidad de dormir para soportar largas jornadas de sexo.

Diversos especialistas coinciden en que al utilizarlas en pequeñas proporciones aparentemente acentúan la libido. Sin embargo, poco tiempo después producen fatiga, dificultad para concentrarse, anorexia, apatía, insomnio, pérdida de memoria, depresión, irritabilidad, dolores musculares, reducción de las defensas inmunológicas e incluso la falta del propio deseo carnal.

De esa forma, de acuerdo con la Revista Cubana de Medicina General Integral, las principales secuelas de las drogas en el erotismo femenino resultan la alteración del ciclo menstrual, y, por tanto, trastornos en la ovulación, disminución del apetito sexual y de la lubricación vaginal, anorgasmia, bloqueo de la respuesta erótica y la infertilidad.

En el caso del sexo masculino, las consecuencias fundamentales de su consumo son la decadencia de la testosterona y de la producción de espermatozoides, bajo deseo sexual, disfunción eréctil, esterilidad, aumento del tamaño de la próstata, en el caso del uso de esteroides, retraso de la eyaculación y otras disfunciones sexuales, refiere además la revista.

Pero el empleo de los narcóticos en el sexo implica también riesgos vinculados al aspecto cognitivos; a partir de los cuales las conductas sexuales del consumidor se transforman y su percepción ante otros peligros disminuye, suscitando actitudes como la negación al uso de métodos de protección, entre ellos el condón.

Asimismo, cuando los individuos comparten utensilios para doparse, tal es el caso de la jeringuilla, por ejemplo, se exponen al contagio de Infecciones de Transmisión Sexual.

Cuando los sujetos se adaptan a esas situaciones de descontrol, las sensaciones y experiencias cambian cuando tienen sexo sin la presencia de esas sustancias y desembocan en la adicción.

Los daños que originan son irreversibles en múltiples circunstancias y tienen connotaciones negativas en todos los aspectos de la vida de las personas que recurren a ellas, no solo en el plano sexual, sino que también afectan su condición social, económica y familiar.

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