La solución debe estar en la mesa

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Por Luis Morales Blanco | 17 marzo, 2022 |
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 El mundo entero sigue impaciente las conversaciones ruso-ucranianas desde que ambas partes decidieran negociar, las interrupciones han sido numerosas y, a veces traumáticas, pero la esperanza apuesta por un diálogo reconciliador.
Si los actuales o futuros coloquios logran un carácter constructivo podrán limarse asperezas; de lo contrario, adiós avance pues hay mucho dolor de un lado y otro; se avizora pues, un camino largo y tortuoso para el entendimiento.
Expertos consideran estos sucesos como una nueva conflagración mundial, y no andan errados pues la cantidad de países de uno y otro bandos y las sanciones contra Rusia con las consiguientes contramedidas implican a casi toda Europa y más allá.
A la larga estas propias naciones sufren desde ahora daños en sus respectivas economías al contribuir derrotar económicamente al gigante euroasiático, presumiblemente en un primer puntillazo para acabarlo, lo cual no será fácil: el costo de todo tipo es invaluable.
Debe evitarse un ensanchamiento de acciones bélicas, políticas o económicas pues un golpe genera otro y en estos momentos esto sería fatal.
Como si fuera poco la guerra ruso ucraniana amenaza severamente la economía mundial, especialmente Rusia y Ucrania devienen un estratégico almacén de recursos en el orden alimentario para los Estados de todo el orbe, hecho reconocido por Antonio Guterres, secretario general de la ONU quien insta resueltamente a la paz .
Debido al conflicto en ese territorio, agregó, los precios de los alimentos, combustibles y fertilizantes se disparan, en tanto las cadenas de suministro se ven interrumpidas. Son razones que convencen. Contendientes, escuchen. Pero volvamos al conflicto: el estallido no ocurrió desde el 24 de febrero último cuando el presidente Vladimir Putin ordenó la operación militar para “minimizar las agresiones a ciudadanos rusos”, asaltos verificables en la propia red de redes, pero con el super objetivo de frenar la expansión de la OTAN en el derecho ruso a mantener su seguridad, evidentemente en peligro.
Kilómetros de letras han sido escritos en torno al conflicto y numerosos audiovisuales lo reflejan a su modo, pero poco se dice de sus orígenes.
“Ucrania en llamas”, documental producido por Oliver Stone, devela la participación estadounidense y de la OTAN en el golpe de estado en Ucrania en el 2014 y sus consecuencias, y por supuesto, trataron de boicotearlo pues s e presume que el prestigioso realizador “falsea los hechos y puede provocar desórdenes en masa en Ucrania”.
Si fueran tergiversaciones de corte occidental, entonces serían las preferidas de muchos. He dicho. Como nuestro país, cuya vocación es la paz, este redactor se opone a todo tipo de violencia o acción de fuerza de una persona o nación sobre otra.
Realidades innegables: el gobierno de Ucrania atacó y mató a población rusa en las repúblicas independentistas de Donestk y Lugansk desde hace años. No celebramos la operación militar emprendida por Moscú, aunque la Organización del Atlántico Norte (OTAN) desde la década de los años 90 buscó nuevos estados miembros, precisamente en los países ex socialistas. A las claras una provocación.
Además, junto a Estados Unidos implementó las guerras divisorias de la ex Yugoslavia. También protagonizaron el genocidio en Kosovo ¿el mundo olvida?, pues los dolientes balcánicos aún lloran.
El conflicto entre rusos y ucranianos trae en vilo al mundo, duele por las víctimas inocentes porque ocurre entre pueblos hermanos surgidos de un vigoroso tronco común. Líderes mundiales, oigan la razón, preserven la paz.