Ante el fallecimiento de Helio Vitier Báez

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Por Orlando Fombellida Claro | 21 marzo, 2022 |
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En el año 2000 la Asamblea municipal del Poder Popular en Buey Arriba  declara a Helio Vitier Báez Hijo Adoptivo de ese montañoso municipio de la provincia de Granma FOTO/tomada de https://www.bueyarriba.gob.cu

Por una publicación del Doctor en Ciencias Pedagógicas Félix Vega Alba en su perfil en Facebook, me entero del fallecimiento de Helio Vitier Báez, de quien, dice Vega Alba: “Cuando lo conocí, rápidamente hicimos amistad, porque entre ambos hubo como enlace, el amor hacia las ciencias y la investigación. Él me estimuló las ansias de saber y de aprender aprendiendo: el profesor de Historia (Maestro), Elio Vitier Báez. Amó a la Historia y la defendió con pasión, aportó a Buey Arriba documentos históricos valiosos, entregó a Buey Arriba, su vida. Llegue mi dolor a sus familias, amigos y alumnos”.

En un comentario a ese post, Edilberto Safonts González, profesor de un instituto preuniversitario en Cárdenas, Matanzas, califica a Vitier Báez uno de los descubridores de Buey Arriba, que dio a conocer al resto del país y al mundo la historia, el patriotismo, la laboriosidad y la cultura de los boyarribenses.

Yo, (Orlando Fombellida) ,conocí a Vitier –así le decíamos- en el museo de Buey Arriba, institución a la que llevó a cuantos dirigentes políticos y reconocidas figuras del arte, el deporte, las ciencias y otras actividades, que fueran a su municipio de visita o en funciones de trabajo.

En una ocasión le pedí ayuda para contactar a una o dos personas que estuvieron con Camilo Cienfuegos, localizó a varias y sirvió de guía al equipo periodístico que fue a realizar las entrevistas.

En vísperas del 22 de diciembre, Día del Educador, del año 2000, le solicité, por teléfono, el testimonio sobre su participación en la Campaña de Alfabetización en Cuba, haciéndomelo llegar de su puño y letra, por correos, el cual publiqué textualmente y es el siguiente:

APRENDÍ AL MISMO TIEMPO QUE ENSEÑÉ

Por Helio Vitier Báez

Cuando se hizo el llamado de Fidel para lograr que en Cuba fuera erradicado el analfabetismo, yo era ayudante en la Escuela Militar del Caribe nacionalizada, que radicaba en La Víbora, Ciudad de La Habana. Tenía 19 años de edad y residía en la barriada de Lawton con mi madre.

El 25 de abril de 1961, coincidiendo con el cumpleaños de mi mamá, de la cual no me había separado nunca, partimos para Varadero en tren. Yo iba al frente de un grupo de jóvenes, alumnos de la escuela en la que trabajaba, 11 en total, -entre ellos el hoy Doctor en Ciencias Eduardo Torres Cuevas-, de los cuales solo estamos vivos (*) tres: el acabado de mencionar, Asterio Osaca, residente en Pinar del Río, y el autor de estas líneas.

Llegados a Varadero recibimos las orientaciones sobre nuestro trabajo. Allí tuvimos la oportunidad de conocer esa hermosa playa antes exclusiva de la clase burguesa, e incluso nos pasearon en el yate que era del dictador Fulgencio Batista y que desde 1959 pertenecía al pueblo cubano.

De Varadero salimos de nuevo en tren (cañero) hacia la provincia de Oriente. El viaje, aunque lento, resultó muy bonito para todos, pues nos recibían con gran cariño.

Al fin llegamos a Jiguaní. Allí pasamos una noche y bien temprano en la mañana partimos en dos camiones enormes, de un tipo que yo nunca había visto, hacia nuestros respectivos destinos.

El primer pueblo que conocimos fue Contramaestre (ninguno de nosotros había estado antes en Oriente), de donde salimos para Maffo, Bijagual, y luego de ascender varias zonas muy elevadas, llegamos al Cruce de los Baños.

En ese lugar nos dieron comida y continuamos viaje, unos para Filé, otros para San Lorenzo, donde cayó el Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes. A mí me toco para Filé.

Luego de cruzar varios pasos de río, el que iba como responsable de nosotros, compañero Luis Gutiérrez, de Jiguaní, preguntó quién del grupo se llamaba Helio. Sorprendido  contesté y enseguida dijo “prepárate, que allá alante te quedas, pues vas para casa de Pancho Valdés, que se llama realmente Helio, como tú, así que seguro hacen buena liga”.

Me bajé del camión, crucé un pequeño arroyo y llegué a la casa, en la que ya sabían de mi visita. El dueño efectivamente era tocayo mío y desde aquel momento nos llevamos muy bien.

Aquella zona era básicamente cafetalera y yo de café solo sabía tomarlo, pero aprendí pronto a recogerlo, secarlo y trasladarlo en sacos al almacén de la vivienda.

Me enseñaron a enyugar bueyes y conducir una carreta cargada con sacos de café, montar a caballo, y varias actividades típicas del lugar.

Mi labor allí no solo se dirigió a enseñar a la familia, sino que por indicación superior ayudaba en varias tareas como la salud pública, dar charlas sobre la revolución, las nuevas leyes y todo tipo de orientación a los campesinos.

Durante mi estancia en el Cruce de los Baños, se me forjó el carácter, conocí la dura vida del campesinado cubano, me emocionó estar en un sitio histórico y quién sabe si por eso regresé en 1982 a las montañas para quedarme.

Llevo 24 años en Buey Arriba (**), donde tuve la oportunidad de dirigir el museo municipal, luego trabajé en Radio Bayamo y colaboré como corresponsal con el periódico La Demajagua, regresando al sector educacional posteriormente, en el cual me jubilé.

Hoy tengo una bella familia en esta Sierra Maestra y me siento orgulloso de haber formado parte de las brigadas Conrado Benítez, convencido que nuestro himno está vigente, como hace 45 años (***), cuando decimos Estudio, trabajo Fusil.

(*) Téngase en cuenta que el artículo fue publicado en diciembre de 2006 en vísperas del 22 de diciembre, Día del Educador en Cuba

(**) Al fallecer, llevaba 40 años de residencia en Buey Arriba, municipio de la provincia de Granma

(***) En la fecha de publicación del testimonio, indicada en el primer asterisco

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