Pasaba inadvertida ante los ojos de los transeúntes. Allí, en medio de la soledad y el más triste abandono, una perrita de unos 45 días de nacida, con una de sus extremidades cuasi desarrolladas, era víctima del rechazo social a causa de su situación de discapacidad.
Quizás despertó en muchos el deseo de adoptarla, pero la intención se esfumaba al descubrir aquella anomalía; mas esa no fue la actitud de Roxana Prieto Socarrás, una estudiante de la Facultad de Medicina que no juzgó al can por sus apariencias ni la creyó incapaz a otros de su especie, en plena condición física.
En ocasiones, las personas suelen expresar rechazo hacia los animales discapacitados y muchos abandonan a sus mascotas cuando éstas, por causas naturales, accidente o enfermedad, no pueden valerse por sí mismas.
Por estos tiempos en que hasta la sonrisa se vende, los canes no escapan a este flujo de la compra-venta. Muchas personas pagan cuantiosas sumas de dinero por un perro de raza porque es la que está en boga; otros, para exhibir su holgura económica.
Cada vez se restringen más las oportunidades para los perros que no son de pura raza; saterri, como diría nuestro fotorreportero Palacios, y menos aún para quienes en medio de este mestizaje, poseen alguna situación de discapacidad. Solo quienes son capaces de ver con los ojos del corazón vuelcan a ellos su mirada.
Desde hace años fomentamos la equidad y el respeto hacia quienes viven en alguna situación de discapacidad. En lo que respecta a los seres humanos hemos dado pasos de avance, no así con los animales, más propensos al desamparo y al rechazo, cuando ambos, merecen igual consideración.
En lo particular, me conmueve cuando veo gestos humanistas como el de esta estudiante, más si proviene de una estudiante de Medicina, que a futuro, trabajará con la población. Mucha alma tiene quien valora y se conmueve ante la situación de discapacidad de un animal, ¡cuánto más no hará por un ser humano!
Así como Roxana sé de jóvenes también de esta facultad, pertenecientes al grupo Huellas, de Granma, que en una labor altruista, rescatan y cuidan animales callejeros para después darlos en adopción.
Actos sensibles como estos, cargan de positivismo y esperanza nuestros días en medio de la adversidad y hablan de un ser humano mejor, consciente de su papel protector para con la naturaleza, y te hacen ver en medio de esta vorágine en que todo se convierte en mercancía, hay quienes otorgan el justo valor a los sentimientos.
Contribuyamos desde la educación en el hogar a fomentar estos valores de solidaridad, hagámosles ver a nuestros hijos que la empatía sana y hace bien, sobre todo, porque se siente bien cuando hacemos algo bueno por otros. Enseñémosles a mirar con los ojos del alma, y a no atizar prejuicios, que lejos de unirnos y hermanarnos, nos aíslan y convierten en un ser irracional.