
Iniciaba la década de los años 70, cuando el pequeño Roberto Antonio Frómeta Pérez, inclinaba sus pupilas hacia el arte de las formas y los colores, sin imaginar que a partir de ese momento iniciaba su carrera artística.
“Cursaba el quinto grado en la Escuela primaria José Martí, cuando los maestros Noelia y Alfredo, me llevaron ante Manuel Olivera Álvarez -MOA-, para realizar la prueba de actitud, etapa decisiva en mi formación académica.
“Como artista de la visualidad, le debo mucho al claustro de profesores y a MOA, en quien mis padres confiaron para que me presentara a las pruebas de ingreso en la Academia José Joaquín Tejada, de Santiago de Cuba.
“Inicialmente aprobamos dos alumnos, pero por insistencia de nuestro representante, entramos ocho, la mayor cifra registrada en la historia de las Artes Plásticas, en un municipio de la antigua provincia de Oriente”.
TRAZOS
“Una vez graduado, cumplí el servicio social como profesor de dibujo, y luego, frente a la cátedra dibujo-pintura, en el centro donde inicié, hasta que me llamaron del Comité nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas, para pasar un curso de jóvenes artistas, en la Escuela nacional de cuadros.
“De regreso, asumí la primera presidencia profesional de la Asociación Hermanos Saiz en Granma, integré el Comité provincial de la vanguardia política juvenil y dirigí el Centro provincial de Artes Plásticas, hasta que una nueva propuesta me llevó hasta la capital cubana”.
PINCELADAS
“Tras un larguísimo viaje en tren, arribé una tarde a La Habana y al otro día, por la mañana, estrenaba el cargo de especialista principal en el Centro provincial de Artes Plásticas Luz y Oficio, núcleo de artistas visuales, como Nelson Domínguez, Roberto Fabelo, Zaida del Río…
“Luego de casi un lustro en ese desempeño, apareció otro proyecto y me formé como restaurador, artista independiente asociado al Fondo Cubano de Bienes Culturales, funciones en las que permanecí 19 años desarrollando el arte desde la casa”.
OPORTUNA LLAMADA
“Sorpresivamente recibí una llamada telefónica del Ministerio de Cultura, para integrar la misión del sector en la República Bolivariana de Venezuela y, sin pensarlo tanto, cumplí la tarea.
“Al regresar, fui designado Metodólogo nacional de Artes visuales, en el Consejo de Casas de Cultura, responsabilidad que aún desempeño con artistas aficionados de todos los grupos etarios.
“Es un trabajo alentador: en los niños aprecias rápidamente el desarrollo sicográfico, así lo demuestran el concurso de plástica infantil De donde crece la palma, en Jiguaní; el internacional PMA, en Roma, en el que Cuba resulta multipremiada anualmente….
“En adultos lo evidencian : el movimiento paisajístico Valentín San Cartas, de Camagüey; los colectivos de categoría nacional Juana Moreno, de Bayamo; Penélope, de Jiguaní y otros diseminados por todo el país con trabajo relevante ,también, en la categoría Adulto mayor”.
Este facilitador de la visualidad comunitaria, sigue aferrado al mundo de las formas y los colores que de niño descubrió, sin imaginar que tras el paso de los años, diseminaría por las Casas culturales de nuestro país, similar semilla que un día le cultivaron sus antiguos profesores.