La pastillita de los milagros

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Por Luis Carlos Frómeta Agüero | 25 octubre, 2022 |
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Pascual Pubillón Gutiérrez, apodado PPG, por las iniciales de su nombre y apellidos, frisa los 90 años de edad y aunque en la juventud fue trasnochador y mujeriego, recordaba con frecuencia aquellas memorables  andanzas, de placeres nocturnos, junto a las mujeres más bellas del barrio.

En ese tiempo poco le importó la promiscuidad, comentarios  y consejos que sobre él aparecían a diario, ni el dinero empleado en el disfrute carnal con las divas más codiciadas, ni las comidas apetitosas y ni el desmedido consumo  de la cerveza preferida, cuya etiqueta siempre ponía de cara al visitante, como si fuera el gerente de la Cristal. Lo demás le resultaba indiferente.

Y como a todo agosto le llega su San Joaquín, el suyo  le vino encima, a veces se le evaporaba la memoria y no sabía para qué rayos servía la mancuerna conquistadora de amores centenarios.

En momentos de lucidez  dedicaba largas horas a  pensar en aquellos tiempos en que se vanagloriaba de la vida eréctil del más efectivo de sus miembros y hasta repasaba sueños con la misma temática de la que Fefa, su vieja esposa, jamás se enteró.

Una noche, en la cama, decidió probar suerte con ella y activó el sistema de alarma:

-Robertico, mi nieto, hazme el favor de venir un momento.

-Dime, abue…-dijo el pequeño acercándose.

-Escucha bien, en la mesita  de la cama de tu padre, hay un frasquito pequeño con  pastillitas azules que dice Viagra, si  me traes una , sin decirle nada a tu papá, mañana temprano te regalo cien pesos.

-¿Cien pesos abuelo? Eso es mucho dinero- Rectificó el niño, pero salió disparado a cumplir la misión.

En puntilla de pies, para no llamar la atención, llegó a la habitación, cogió un frasquito y leyó el cartelito azul de la etiqueta: ¡Aspirinas!. Al percatarse que no era la solicitada continuó la búsqueda hasta descifrar el contenido de otro recipiente:

-Via…gra- Estas mismas son las que quiere abuelo- y partió a su encuentro.

Disimuladamente dejó caer la pastillita azul en la anciana mano familiar, sonrió con la ingenuidad de sus años y pensó:

-Pobre abuelo, parece que hace días no duerme bien y menos mal que  había pastillas.

Al día siguiente, Robertico se levantó muy temprano y sin tantas pretensiones salió a buscar lo prometido.

-Buenos días abuelito. ¿Cómo dormiste?

-Muy bien, hecho  un torete hijo, fue una noche estelar como en mis mejores años. ¡Toma, aquí tienes el dinero!, trescientos pesos contantes y sonantes, con ellos puedes comprar lo que mejor entiendas. Son tuyos.

El chico brincaba de alegría, nunca tuvo en sus manos  tanto dinero :

-Abuelito, te confundiste, me ofreciste cien pesos y me das trescientos.

-Cógelos muchacho, ¡cógelos!, los otros 200  te los regala tu abuela Fefa, ella también tuvo una noche como en sus mejores tiempos.

 

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