
A los seres humanos muchas veces nos resulta difícil ver a los héroes como personas de carne y hueso. Quizás por el hecho de que los llegamos a idealizar de tal forma, que a veces nos olvidamos que fueron mortales como nosotros, y aunque sus virtudes los encumbraron a sitios inaccesibles para personas comunes, nada humano le era ajeno.
Por eso cuando los aires de octubre susurran el nombre de Camilo Cienfuegos Gorriarán, es inevitable recordar al hombre de la eterna sonrisa despojado de las travesuras y jocosidades que recoge la historia, y que lo han hecho una figura memorable y muy querida por todos.
Hay varias anécdotas del Señor de la Vanguardia que sorprenden, pues evidencian una gran capacidad para conjugar perfectamente la responsabilidad con el humor. En una ocasión que andaba de aventuras le cuenta a sus padres: “El viaje no es muy largo, pero el mulo en que pienso hacer el regreso es vago y bruto como no hay dos, cuando vine tuve que apearme tres veces a empujarlo, y eso que era loma abajo. Ahora que es loma arriba tendré que echármelo a cuesta, como si fuera la mochila”.
Según declaraciones de su padre Ramón Cienfuegos Flores, una de sus pasiones eran los animales y en especial los perros: “Recuerdo ahora que, al poco tiempo del golpe de Estado que diera el dictador Fulgencio Batista, se apareció en casa un perrito. Llegó por la madrugada, de eso estoy seguro, porque Camilo, asociando la llegada del animalito con la entrada de Batista por la posta seis en una madrugada, le puso Fulgencio.
“Cuando Camilo se fue a los Estados Unidos, quisimos disimular y le decíamos negrito. Una vez le escribimos mandándole una foto y él contestó: “Quedó muy bien Fulgencio.” Cuando nos hacen un registro, ven la carta y me preguntan por Fulgencio y cuando le digo que Fulgencio es el perro, ¡Imagínese cómo se puso el guardia!”.
El Héroe de Yaguajay no solo disfrutaba buscarle el lado cómico a las situaciones para reír a carcajadas, sino que muchas veces lo hizo para alegrarles la vida a los demás, por eso para combatir la dura y tediosa vida guerrillera en los finales de diciembre de 1957, se le ocurre organizar una actividad cultural en su pelotón.
Para ello moviliza a sus hombres; Haroldo Cantallops y Fernando Virelles montan a dúo la canción Por el camino verde, muy popular por esos días; ellos dos, más Guevara (conocido por Tétiro o Ángel Guevara), formarían un trío; Ramón, Nené, López y Luis Olazábal fungirían de guaracheros; Félix Mendoza, el Bazuquero, haría de maestro de ceremonias; los hermanos Zenén Meriño (muerto en la invasión) y Tempo Meriño (caído en el combate de la Otilia) formarían otro dúo. Como cierre del acto Vitalio Acuña (Joaquín en la guerrilla del Che en Bolivia) improvisaría puntos guajiros.
Todos los hombres del pelotón tenían una ocupación en la fiesta. Una de las invitaciones, dirigida al armero de la Sierra y redactada de puño y letra por Camilo aún se conserva en la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado y dice: “Sr. Téllez y Sra: “El Pelotón No. 1 de la Col. 3 tiene el honor de invitarle a usted a las fiestas de Nochebuena que se celebrarán en el cuartel situado en La Pata de la Mesa. AMENIZARÁN:
“1) Dúo Vanguardia (Haroldo y Virelles)
“2) El trío Rebelde (Haroldo, Virelles y Guevara)
“3) Los Guaracheros del 26 (Nené y Luis)
“4) Los Merengueros de Mendoza
“5) Dúos Hermanos Meriño
“6) Luis Olazábal (el dinamitero bailarín)
“7) Vilo Acuña (puntos guajiros)
“Félix Mendoza (maestro de ceremonia)
“Se tomarán fotos para la posteridad
“Maestro fotógrafo (Guillermo Vega) “Acompañamiento a cargo de la orquesta
CUBA LIBRE”. Se admiten colaboraciones artísticas “Cap. Camilo”.
Otra historia risible del hombre del sombrero alón la hizo el Che, quien refería que Camilo siempre tenía hambre y ansias de comer: “Por ello tuvimos fuertes “broncas” porque quería constantemente meterse en los bohíos para pedir algo y, dos veces, por seguir los consejos del “bando comelón” estuvimos a punto de caer en las manos de un ejército que había asesinado allí a decenas de nuestros compañeros.
“Al noveno día, la parte “glotona” triunfó; fuimos a un bohío, comimos y nos enfermamos todos, pero entre los más enfermos, naturalmente, estaba Camilo, que había engullido como un león un cabrito entero”.
Así de jovial era el carácter del famoso habanero nacido en Lawton, quien por su personalidad rápidamente se ganaba el cariño de todos, por eso cuando recordamos su lamentable desaparición física, no podemos hacerlo con tristeza, porque es una palabra ajena a su naturaleza alegre. No en vano Cuba prefiere prescindir muchas veces de su nombre, y llamarlo como el Hombre de la sonrisa de pueblo.