Campana de La Demajagua: robo mafioso y rescate del pueblo

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Por Osviel Castro Medel | 12 noviembre, 2022 |
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Hace 75 años – en noviembre de 1947- Cuba quedó conmocionada por un acontecimiento inaudito: la campana que llamó por primera vez a las guerras de independencia, en La Demajagua, fue robada de la Universidad de La Habana.

Y si entonces no se perdió para siempre fue por las manifestaciones de los estudiantes de esa institución. También por las miles de personas en Manzanillo que se volcaron a las calles y declararon a esa localidad “ciudad muerta”.

La historia del robo comenzó en octubre de ese año, cuando el entonces presidente de la República, Ramón Grau San Martín,  quien pretendía la reelección, comisionó a su ministro de Gobernación, Alejo Cossío del Pino, para que buscara en la Ciudad del Golfo la emblemática pieza, la cual presidiría el acto por los 79 años del grito independentista.

Según relata el periodista Pedro Antonio García en la revista Bohemia, el enviado del mandatario viajó a Manzanillo el 6 de octubre. Pero  los pobladores lo recibieron con total repulsa. Incluso, uno de los concejales locales le dijo a la cara: “Ladrones, la campana no. Se lo han llevado todo y ahora quieren llevarse hasta la campana. ¿Dónde está el dinero destinado a las obras de Manzanillo?… No se llevarán la campana, no se la dejaremos llevar, porque lo que harían con ella sería ultrajarla”.

Cossío, quien a la postre renunciaría a su cargo,  retornó con las manos vacías a la capital del país.

Fue entonces cuando Fidel Castro Ruz, vicepresidente de la escuela de Derecho de la Universidad de La Habana, le propuso a la dirección de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) –en la cual se encontraba Alfredo Guevara- que “tomara en sus manos la situación sin pérdida de tiempo y trajera la histórica reliquia a La Habana” para protestar en un gran mitin contra el Gobierno de turno.

Al propio Fidel se le encomendó pedir prestada la campana. El futuro abogado, acompañado de Lionel Soto Prieto, se presentó ante el  presidente de la Delegación de Veteranos, el soldado Manuel Berro Reyes, y ante Modesto Tirado Avilés, presidente de los hijos y nietos de Veteranos de Manzanillo.

Los manzanilleros aceptaron entregar temporalmente la pieza. A principios de noviembre de 1947 el dirigente estudiantil viajó en tren a La Habana con la campana.

Según el sitio digital A la bahía, del sectorial de Cultura en Manzanillo, “el traslado fue realizado desde el Ayuntamiento para el ferrocarril utilizando un carro Pullman de bomberos de Manzanillo. En la estación estaban por parte de los veteranos Manuel Berro Reyes, el Comandante Ramón Hernández, el soldado Blanes y Don Modesto Tirado Avilés”.

Junto a Fidel y a Soto viajaron veteranos manzanilleros de la guerra de independencia. Llegada a la terminal habanera, la campana fue transportada en hombros por estudiantes universitarios, quienes la colocaron en un vehículo; este, según el trabajo periodístico de Pedro Antonio García, “marchó por las calles Zulueta, Neptuno, Belascoaín, San Lázaro hasta la Universidad, donde una multitud delirante vitoreó su llegada”.

El valioso cascabel fue situado en el salón de los Mártires de la FEU, cubierto por una bandera de Carlos Manuel de Céspedes y quedó bajo custodia de los estudiantes, quienes, por disposición de Fidel, montaron turnos de guardia.

Sin embargo, en la madrugada 6 de noviembre, por un descuido incomprensible, la campana fue hurtada del recinto universitario. Un grupo gansteril, comandado por Eufemio Fernández Larrea, cumpliendo órdenes del ministro de Educación, José Manuel Alemán, y del propio presidente Grau, penetró armado en la Universidad y sustrajo el precioso objeto.

Se pretendía así “hacer agua” el mitin convocado para la noche de ese día. De todos modos la congregación se realizó; tuvo como incentivo la indignación masiva por el robo.

En el acto, cuenta en un servicio especial la periodista de la Agencia de Información Nacional, Adelina Vázquez, Fidel calificó el hurto de “inaudito y de ultraje a la reliquia de la República”. Asimismo,  expresó “repulsa y desprecio” para “los apóstatas autores del hecho”.

Las protestas se intensificaron en la capital cubana y en Manzanillo, ciudad que prácticamente se paralizó. La situación se tornó tan compleja que los ladrones, tras haberla escondido en un apartamento del Vedado, tuvieron que deshacerse de esta: la lanzaron al portal del general del Ejército Libertador, Enrique Loynaz del Castillo. Él, al percatarse, la llevó al mismísimo Grau, quien anunció el “hallazgo” en conferencia de prensa.

No obstante, las manifestaciones se mantuvieron: algunos en el Gobierno pretendían dejar la campana en La Habana; unos propusieron el Capitolio como paradero final y otros empezaron a hablar de legislaciones del Congreso para buscarle otro puesto distinto al del Ayuntamiento de Manzanillo.

Esa ciudad volvió a enardecerse con el lema colectivo de “Que nos devuelvan la campana”; los estudiantes también se acaloraron. Finalmente, el 12 de noviembre de 1947, la pieza fue devuelta por avión al Ayuntamiento de Manzanillo. En ese lugar permaneció hasta que en 1968, en la inauguración del Parque Nacional La Demajagua, se trasladó a ese sitio.

ANTECEDENTES Y CONTINUIDAD

Con 59 centímetros de altura y 204,5 libras de peso, la campana con la que Carlos Manuel de Céspedés llamó a los cubanos al combate fue concluida en 1859 en Francia.

Llegó al ingenio Demajagua -con el tiempo empezaron a nombrarlo La Demajagua- en 1860, cuando la finca era propiedad de Francisco Javier de Céspedes, hermano de Carlos Manuel. Allí estuvo “tranquila” hasta que el 10 de octubre de 1868 “Miguel García Pavón, hombre de gran confianza del Iniciador, golpeó constantemente el badajo contra el bronce para convocar a negros y blancos a compartir “sacrificio y voluntades”, como relata el historiador César Martín  García en el libro inédito La Demajagua y sus símbolos.

Se ha escrito mucho sobre el levantamiento, pero menos divulgado es el bombardeo que sufrió, desde un barco español, la propiedad del patriota. Quedó destruida aquel 17 de octubre de 1868.

La pieza estuvo entre los hierros sobrevivientes del central; pero en 1869 fue llevada a la finca manzanillera La Esperanza, donde permaneció durante 31 años “debajo del piso del segundo departamento del barracón de esclavos de aquel ingenio”.

En octubre de 1900, por gestiones del puertorriqueño Modesto Tirado, primer alcalde de Manzanillo y comandante del Ejército Libertador, se transportó solemnemente al salón de sesiones de la alcaldía de la Ciudad del Golfo, según relatan Hortensia Pichardo y Fernando Portuondo en el libro Dos fechas históricas.

De allí salió muy pocas veces, como en 1918 cuando la transportaron a La Habana, a raíz de los 50 años del 10 de octubre. En el gobierno de Machado, en 1926 y 1929, según el sitio web A la bahía, hubo intentos de llevarla nuevamente a la capital para hacer propaganda política, pero los manzanilleros lo impidieron.

Después de ser ubicada en el Parque Nacional La Demajagua fue desmontada oficialmente de ese sitio solo cuatro veces: el 30 de marzo de 1987, cuando jóvenes de Granma la llevaron al 5to. Congreso de la UJC, celebrado en abril en la capital cubana; en octubre de 1991 cuando se transportó a Santiago de Cuba para el 4to. Congreso del Partido; en febrero de 1995 para la Sesión Solemne de la Asamblea Nacional del Poder Popular con motivo de los 100 años del levantamiento del 24 de febrero; y en octubre de 2017 para el acto político y ceremonia militar de inhumación de los restos del Padre de la Patria y Mariana Grajales.

En otras ocasiones, a raíz de los ciclones tropicales, ha sido bajada para protegerla de los vientos.

Ahora permanece oronda en La Demajagua, con su palpitar constante, que durará hasta la eternidad.

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