Fidel Castro: Salimos, llegamos y entramos

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Por Gislania Tamayo Cedeño | 25 noviembre, 2022 |
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Después del indulto en 1956 a los asaltantes de los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el Doctor Fidel Castro se fue a México exiliado. Desde ese momento se propuso llevar una expedición armada para luchar contra la dictadura de Fulgencio Batista, gobernador de turno por aquel entonces en Cuba.

Necesitaba de un yate que pudiera traer a Cuba la carga de hombres y material que se utilizaría en la lucha. La tarea se le confió a Antonio del Conde, conocido también como El Cuate o Tony, un comerciante y técnico industrial mexicano.

Del Conde compró el yate Granma a la empresa estadounidense  Chuylkill Products Company Inc, con matrícula en el puerto de Tuxpan el que se utilizaría para navegación de altura y también como embarcación de recreo o viajes para pasar fines de semanas en el mar.

El dinero para la compra fue adquirido a través de las contribuciones de cubanos dentro y fuera de Cuba.

Nada podía detener la osadía de aquellos 82 hombres. Fidel examinó el yate y decidió utilizarlo en la expedición que vendría a Cuba cargada de sueños y esperanzas.

En la madrugada del 25 de noviembre de 1956, embarcaron rumbo a la Isla caribeña, una lluvia fría los acompaña. El yate Granma comenzó a navegar por las aguas del río Tuxpan. La voluntad de ser libres o mártires se imponía. Ernesto Guevara de la Serna expresó en un poema dedicado a Fidel “Vámonos, a liberar el verde caimán que tanto amas”.

Todo estaba en silencio y oscuro. Alejados de las costas mexicanas y burlando la guardia fronteriza, encendieron las luces y cantaron el Himno Nacional de Cuba, la Marcha del 26 de julio y corearon consignas revolucionarias.

Los tres primeros días los expedicionarios navegaron por el Golfo de México con un fuerte oleaje provocado por el viento. Un desperfecto los hace pensar que se hundirían, porque comenzó a entrar agua al yate y la turbina no daba abasto para sacarla.

Años después, Fidel recordó esta difícil situación: “No nos detuvo la tempestad, no nos detuvo el riesgo de aquel barco hundiéndose, porque ni siquiera cuando aquel barco se iba hundiendo apartamos el rumbo de Cuba. Podríamos hundirnos en el camino. ¡Aceptado! Hundidos, está bien, pero no íbamos a retroceder”.

El 28 entran al mar Caribe y el 29 avizoran dos naves y se alistan para el combate, sin embargo no hubo desafío alguno.

La travesía continúa. El mal tiempo, los desperfectos del yate, desvío de la ruta por falta de conocimientos, el viento, las olas fuertes impidieron llegar en la fecha prevista que era el 30 de noviembre haciéndolo coincidir  con el levantamiento en Santiago de Cuba para distraer a la policía.

El 1 de diciembre se avistan las luces del faro de Cabo Cruz. Enfilan el yate al canal de Niquero, disminuyen la velocidad y cambian el rumbo, porque no coincidían con los datos de la carta náutica. Fidel decide acercarse a las costas y desembarcar.

El Granma llegó a las costas de Cuba el 2 de diciembre de 1956, a dos kilómetros de la playa Las Coloradas. En Los Cayuelos, el yate se estancó. Desembarcaron en medio de un abundante manglar, cansados y hambrientos, pero decididos a vencer o morir, desde que juraron junto a su líder Fidel Castro: “Si salimos, llegamos; si llegamos, entramos; si entramos, triunfamos”.

Ya en tierra firme, unas horas después del desembarco, el campesino Ángel Pérez Rosabal les confirmó que estaban en Cuba.

El Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosques describió en una ocasión como ocurrió el desembarco:

“Primero el agua les da por la cintura, al pecho, a la barbilla […] Nuevamente bajo el cuello, al pecho. Con la soga que tienen en la mano llegan al mangle y la amarran. Ahora bajan uno a uno. Los hombres más grue­sos al tirarse se entierran en el fango, los más livianos tienen que ayudarlos a salir”.

Después de una arriesgada travesía al pisar tierra se evidenció la decisión de reanudar la lucha por la independencia nacional iniciada en 1868 cuando Carlos Manuel de Céspedes libera a sus esclavos y los conmina a combatir por la Patria oprimida.

El desembarco del Granma marca el inicio de una nueva y definitoria etapa de lucha revolucionaria que se vio coronada el 1 de enero de 1959.

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