Con apenas 16 años de edad es asesinado el joven alfabetizador Manuel Ascunce Domenech, en el Escambray, en la zona de Limones Cantero. Fue aquel 26 de noviembre de 1961 hace hoy 61 años cuando se cometió uno de los más crueles actos terroristas en la historia de la Revolución Cubana.
Su niñez transcurrió feliz, junto al amor de sus padres, abuelos, y su hermanita menor Mambla, su compañera de infancia, por quien sentía gran cariño. A la edad de siete años los padres le proponen hacer la primera comunión, a lo que él respondió: “Yo no quiero tener nada con los curas”.
Desde el triunfo revolucionario se incorporó a las actividades que realizaban los estudiantes en apoyo de la Revolución. En 1960 ingresó en la Asociación de Jóvenes Rebeldes.
Cuenta su madre que era un muchacho educado, respetuoso y muy responsable, limpio y presumido con un carácter jovial que hacía fuera estimado por sus compañeros.
En la etapa estudiantil se incorpora a la defensa de la patria. Sin pensarlo dos veces se une a las Brigadas Conrado Benítez, ante el llamado hecho por Fidel Castro para alfabetizar a los campesinos. Es ubicado en la zona montañosa del Escambray.
Sentencia Fidel Castro que era apenas un niño, que había sacrificado sus vacaciones, que llegaba allí, igual que otros 100 mil jóvenes, hijos de decenas y decenas de miles de familias, muchos de ellos, la inmensa mayoría, hijos de la clase obrera.
Comenzó a educar en la casa del campesino Pedro Lantigua, donde alternaba las labores de campo con la cartilla y el lápiz para enseñar a leer y escribir a los campesinos.
Algunos campesinos, por desconocimiento se vieron tentados por los grupos terroristas, otros lo hicieron bajo amenazas y algunos fueron obligados a cooperar. Fue así como los bandidos conocieron que Pedro Lantigua era revolucionario y decidieron quitarlo del camino.
El 26 de noviembre de 1961 Manuel Ascunce y el campesino Pedro Lantigua fueron apresados por bandas de alzados que tenían la misión de destruir a todo aquel que tuviera vínculos con la naciente Revolución Cubana
Había silencio en la noche. Los ladridos de los perros despiertan a Pedro Lantigua, quien agotado por las labores del campo cede su espacio para aprender las letras a su hijo Pedrito. Se levanta con el arma en la mano. Los bandidos se abren paso y en instantes lo arrastran hacia el patio.
Regresan y la mirada escudriñadora de la banda del sanguinario Julio Emilio Carretero se posa ahora en el joven brigadista, quien con voz firme dice… “¡Soy el maestro!”. Esa fue su sentencia de muerte.
El entonces Presidente Osvaldo Dorticós Torrado, en la despedida de duelo expresó: “Al asesinar a este adolescente, se ha querido asesinar con él a una nueva generación que encarna el más lúcido y sano presente, y que anuncia para la Patria el más esclarecedor porvenir. Hoy hemos cavado una tumba para el héroe adolescente, pero con actos como este cava día a día, su tumba el imperialismo y el capitalismo.
Un mes después el 26 de diciembre de 1961 la Secundaria Básica América cambió su nombre por el de Manuel Ascunce, un busto y una tarja fueron develados en recordación a quien murió asesinado por llevar la luz de la enseñanza a quienes no sabían leer y escribir.
A pesar de ello la campaña de alfabetización se multiplicó cuando miles de jóvenes dieron el paso a frente y Cuba fue territorio libre de analfabetismo, con más de setecientos mil adultos educados.
Ello colocó a nuestro país entre las naciones de más bajo índice de analfabetismo en el mundo. Este logro fue posible por los alfabetizadores populares, los brigadistas Conrado Benítez y Patria o Muerte y los maestros voluntarios.