
Dicen los campesinos de la zona que los güijes encontraron en las aguas del río Yao, en Buey Arriba, el asentamiento ideal para burlarse de sus víctimas. Impresionantes historias de esos negritos peludos envueltos en apariciones y misterios que atormentaron siempre al sorprendido caminante y, como disfruto esas leyendas, la curiosidad me llevó tras ellas.
Apenas se avizoraban los primeros rayos de sol cuando el microbús en que viajaba, junto a compañeros de la radio y el canal de la TV granmense, irrumpió en la irregularidad de los trillos y, tras pasar el arroyo, a 42 kilómetros de Bayamo, subimos a San Pablo de Yao, donde nadie imaginó la existencia de una televisora comunitaria y participativa.
Allí, en el Mirador de las meditaciones, donde mejor se aprecia el embrujo del lugar, recordé al documentalista Daniel Diez Castrillo, la persona afable, capaz y bondadosa, con la que en más de una oportunidad compartí ideas, congresos, criterios, esperanzas y hasta las montañas de la Sierra Maestra imantadas por el contagioso celuloide de sus videos universales.
Lo sentí a mi lado, filosofando con el discurso de padre fundador:
“Las ciudades son la mente de las naciones, pero su corazón, donde se agolpa, y de donde se reparte la sangre, está en los campos”. El paisaje era impresionante, pero no ajeno, como tampoco fue la décima aportada días atrás por el poeta Juan Manuel Reyes Alcolea:
Como gotas de rocío
a las flores de un cantero,
como llega el aguacero
a hinchar las venas del río,
como llega al bohío
el sol de cada mañana
y como el son que desgrana
la mazorca de un tumbao,
entra a San Pablo de Yao
la Televisión Serrana.
La solidaria taza de café apareció enhorabuena y los recuerdos de Daniel energizaban el entorno como la llama a su inseparable cigarro:
“Este proyecto costó mucho trabajo consolidarlo, estuve cerca de cuatro años recorriendo diversas partes de la Sierra Maestra en busca del lugar apropiado para enclavar la televisora.
“Pasaba meses viviendo allá arriba con los campesinos, filmaba documentales y los editaba en La Habana, hasta que llegué a San Pablo de Yao, una zona llena de maleza, escenario de la última epopeya revolucionaria, en la que combatió el Che.
Por un instante, Daniel detuvo la conversación, encendió un cigarro y mientras el humo se confundía con la neblina del lugar, prosiguió:
“La formación del personal no era posible realizarla en academias convencionales, creamos entonces nuestro Centro de estudios para la Comunicación Comunitaria, donde no solo debíamos enseñar las técnicas audiovisuales, sino transmitir la esencia del trabajo comunitario.
“De esta forma, creamos los grupos de creación alternativos con jóvenes residentes en otros municipios, que no trabajaban en la TV Serrana, realizábamos un taller de un mes, ellos buscaban las ideas en sus territorios, escribían guiones, dirigían y operaban los equipos puestos a su disposición.
“Instituimos, además, el Grupo de creación artística, integrado por todos los realizadores, con quienes se discutía el proyecto, el guion, y al final se valoraba la obra para su aprobación.
“La televisora constituyó un estadio superior en el trabajo audiovisual comunitario y participativo en zonas de difícil acceso, lanzó la mirada al país y propició la transferencia tecnológica a los habitantes de esas comunidades para que fueran ellos los futuros creadores de la TV Serrana”.
El cigarro de Daniel se consumió y el tiempo corrió tras él, sonrió y junto al inevitable brillo de sus ojos retornó a sus conceptos:
“Para lograr una obra universal, lo ideal es colocar la mirada desde lo local al país, al mundo, e integrar en la acción todos sus elementos, lo demás depende de cómo se trabaje y fue lo que hicimos, poner nuestros materiales en los canales cubanos, eso garantizó decirles a todos: ¡Aquí estamos!”.
Llegó la hora del descenso y el guía acompañante quiso mostrarnos el Dial café, singular vivienda de la serranía que atesora una envidiable colección de antigüedades. Quedé extasiado frente a un radio VEF, de primera generación, (funcionando). Imaginé algunos temas musicales escuchados en el receptor y hasta la canción trovadoresca Huellas en el camino, que 30 años atrás devino himno de la TV Serrana:
Eran pocos en el 93 / cuando acamparon en la vieja loma / armaron sus cámaras y los trípodes/ mientras filmaban su primera historia…
El verde microbús nos retorna y pronto llegaremos a Bayamo, la ciudad que un 15 de enero, tres décadas atrás, despidió al grupo de jóvenes soñadores que, sin conocer de encuadres cinematográficos, subió a la Sierra para romper la monotonía de un pueblo pequeño.