Cuando el debate se pierde

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Por Yelandi Milanés Guardia | 17 febrero, 2023 |
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FOTO/ Tomada del sitio El Confidencial

Recientemente, leía una frase de Sócrates, que me recordó un incidente ocurrido hace alrededor de tres años, la cual reafirma una veracidad esbozada por el gran filósofo hace más de dos mil años, y que bien describe el posible final de una discusión entre dos o más personas.

El hecho en el que me vi involucrado comenzó por mi comentario en Facebook a una publicación ofensiva sobre Cuba, en la cual se intentaba mostrar a nuestra nación como el lugar más siniestro.

Sé que hoy circulan muchos memes que no solo hacen reír, sino que critican la maltrecha economía cubana, cuestión que no se puede negar, y que es resultado de diversos factores propios y ajenos.

Desafortunadamente, quienes satanizaban a Cuba, iban más allá de temas financieros, y en su discurso se notaba el odio, la malevolencia y el ánimo de erigir a Estados Unidos como el mejor país del orbe, y nosotros como el centro del infierno.

Antes de iniciar el debate con esas personas carentes de ética, les recordé que es cierto que nuestra economía tenía muchos desaciertos. No obstante, la Mayor de las Antillas, a pesar de sus escasos recursos, ha brindado al mundo lo mejor de sí y ha compartido lo poco que tenemos, aspectos en los que el imperio norteamericano tendría muy baja puntuación.

Primero, les pregunté que si Estados Unidos era tan bueno por qué había lanzado las bombas de Hiroshima y Nagasaki, y el agente napalm o gasolina gelatinosa en Vietnam. Todos con repercusiones desastrosas en esos países que aún sufren las consecuencias en su población y en el medio ambiente.

También les cuestioné por qué el imperio norteamericano siempre tiene vínculos con protestas, destituciones y golpes de Estado, en naciones donde existen presidentes y gobiernos desagradables para Washington, como muestra evidente de que solo pueden gobernar sus aliados o aquellos que conciban al mundo desde la óptica norteamericana.

Asimismo, interrogué por qué los momentos más críticos del pueblo cubano siempre estaban matizados por un recrudecimiento del bloqueo económico, o por qué cuando en muchos países ocurren catástrofes naturales, generalmente los Estados Unidos envían sus militares y no recursos materiales o profesionales de la Medicina como lo hacía Cuba.

Además, puse en duda la benevolencia de los EE.UU., cuando era capaz de hacer volar el acorazado Maine para entrar en la guerra entre España y Cuba, y emplear como pretexto para una guerra antiterrorista de escala mundial, el atentado contra las Torres Gemelas y el Pentágono el 11 de septiembre de 2001.

En fin, concluí aquel memorable debate diciendo: “Si además de haber hecho tanto mal en el orbe, son capaces de hacérselo a sí mismos para alcanzar sus sucios fines, que tan bueno puede ser ese gobierno”. A lo que seguido continuó una retahíla de insultos, porque no lograban rebatir mis argumentos, ni responder acertadamente mis preguntas.

Salieron las palabras más ofensivas contra mí, entre las que pueden contarse como más nobles comunistón, adoctrinado y sumiso, y aunque me sentí satisfecho por haber desarmado a aquellos defensores de USA y denigradores de Cuba, no entendí bien porque al final arremetieron contra mi persona, cuando lo que estábamos era teniendo un debate sobre dos naciones, y se suponía debía primar el respeto a las individualidades.

Afortunadamente, Sócrates, hace solo unos días me dio la sabia respuesta de aquel triste final: “Cuando el debate se pierde, el insulto se convierte en el arma del perdedor”.

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