Cuando el día primero de febrero último la Organización Mundial de la Salud declaró al Zika como “una amenaza para la salud pública internacional”, una luz de alarma se encendió igualmente para Cuba, país hasta el momento libre del virus, pero también sometido al riesgo de su aparición.
Granma, provincia del oriente cubano que durante años se ha mantenido en un cachumbambé con las cifras de focalidad del mosquito Aedes aegypti, agente trasmisor del Zika, el Dengue, el Chicunguya y la Fiebre amarilla, está abocada a “echar a andar con urgencia los motores” para revertir la actual realidad y librarse de la amenaza.
Aunque el territorio no está entre los de mayor problemática del país en tal sentido, sí se constata la presencia del vector en siete de los 13 municipios, con un índice de infestación de 0,13 y 252 focos acumulados.
La situación es como sigue: Bayamo, 220 focos, para el 90 por ciento del total de la provincia; Río Cauto, 12; Jiguaní, 10; Cauto Cristo, cuatro; Manzanillo tres; Pilón, dos y Niquero, uno.
Hay dos aspectos, que aunque positivos (una disminución en 37 focos comparado con el 2015 y la no existencia ahora de trasmisión activa del Dengue) no son sinónimos de que estemos exentos de la presencia de esas enfermedades, pues el índice de infestación es superior a 0,05, que es el permisible para no tener trasmisión.
Por todo lo anteriormente expuesto es imprescindible fortalecer las medidas de vigilancia epidemiológica a partir de las ya existente para el Dengue, teniendo en cuenta las similitudes en la presentación clínica de estas dolencias.
La población debe estar muy atenta a la aparición de fiebre, erupción en la piel, conjuntivitis sin secreciones y dolores articulares intensos que no tengan relación con otra enfermedad, y acudir de inmediato al médico.
Son cuantiosos los esfuerzos y recursos que el Ministerio de Salud Pública, con toda su nomenclatura, dedica al saneamiento y lucha antivectoral, al control sanitario internacional, a la vigilancia epidemiológica, a la educación de las personas y a la prevención, pero con eso solo no basta.
Es necesario que todos nos sintamos parte de ese empeño, en centros laborales y de estudio y en las comunidades, donde deberá promoverse, con la participación de los vecinos, la búsqueda de riesgos ambientales que provocan la proliferación de vector.
Además, de la realización con regularidad del autofocal familiar y laboral a nivel de viviendas y centros de trabajo, que hagan sostenible un adecuado saneamiento intradomiciliario, con el objetivo de eliminar todos los posibles criaderos del Aedes.
También es un imperativo, amén de las carencias y situaciones económicas actuales, encontrar fórmulas para eliminar los microvertederos y cúmulos de escombros, con ciclos cortos de recogida de desechos sólidos, y las obstrucciones de residuales, vertimientos y salideros de agua, y garantizar la chapea y canalización de zanjas.
De acuerdo con información ofrecida por las autoridades sanitarias, todo está previsto y se cuenta con los recursos necesarios para enfrentar, desde el punto de vista de diagnóstico y tratamiento, cualquier eventualidad del Zika, pero lo esencial es que haya una percepción de que el riesgo a enfermar está latente.