
En un bohío de San Lorenzo, paraje intrincado de la Sierra Maestra, dedicado a enseñar a leer y a escribir a los niños campesinos de la comarca, el 27 de febrero de 1874, Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo, es sorprendido por hombres del Batallón de Cazadores San Quintín del ejército español que radicaba en Santiago de Cuba.
Los españoles tratan de capturarlo vivo, Céspedes huye y sin interrumpir el paso dispara tratando de acabar con su contrincante que se le abalanza y a quemarropa le traspasa el corazón. Cae mortalmente herido por un barranco.
“(…) por la libertad e independencia de mi patria sacrificaré toda mi vida, sin que haya ninguna circunstancia por difícil y aflictiva que sea, capaz de alterar esa inquebrantable voluntad (…)”
Así escribe Carlos Manuel de Céspedes en julio de 1871 a Ramón Martínez ratificando su posición de darlo todo por Cuba.
Fue el primer cubano que se levantó contra el poder colonial español al crear un movimiento revolucionario para la lucha por la independencia.
Es considerado por España peligroso y perturbador, además un destacado separatista que por defender sus principios sufre prisiones y destierros.
Conoce de envidias y resquemores, pero ama a Cuba por encima de todo. En diciembre de 1870, le escribe a su esposa Ana de Quesada, ante la sospecha, que es casi una realidad, de que la Cámara de Representantes pretende deponerle:
“Si se comete semejante violencia, por mí nunca habrá perturbaciones y cualquiera que sea la ilegalidad del acto, me someteré y dejaré la Isla para seguir en el extranjero trabajando por el triunfo de la revolución (…)”.
El 27 de octubre de 1873 Carlos Manuel de Céspedes es depuesto de su cargo como Presidente de la República de Cuba en Armas.
Días antes aprecia la cercanía del ataque de la Cámara, y escribe: “Hago un Manifiesto al Pueblo y al Ejército para que manifiesten si es su voto que deje la Presidencia”.
Temporalmente, Salvador Cisneros Betancourt, Marqués de Santa Lucía es nombrado para sustituir a Céspedes.
En relación a su deposición Céspedes dice…”En cuanto a mi deposición he hecho lo que debía hacer. Me he inmolado ante el altar de mi Patria en el templo de la ley. Por mí no se derramará sangre en Cuba. Mi conciencia está muy tranquila y espera el fallo de la Historia. Y pongamos aquí punto final a la política.”
Destituido de su cargo se le niega salir al extranjero a visitar a su esposa e hijo y es confinado en solitario a la Sierra Maestra.
El coronel del Ejército Libertador Manuel Sanguily resumió el hecho expresando… “Céspedes no podía consentir que, a él, encarnación soberana de la sublime rebeldía, le llevaran en triunfo los españoles, preso y amarrado como un delincuente. Aceptó sólo, por breves momentos, el gran combate de su pueblo: hizo frente con su revólver a los enemigos que se le encimaban, y herido de muerte por bala contraria, cayó en un barranco, como un sol de llamas que se hunde en el abismo”.
A los 54 años moría el iniciador de la contienda de 1868 en La Demajagua.