
Una de las grandes satisfacciones de la campesina bayamesa Ana María Estrada Peñín, es levantarse, cada mañana, y disfrutar de los resultados de su finca Punta de Jagua, ubicada en la comunidad La Teodora a más de 20 kilómetros de la ciudad de Bayamo.
Entre sus desvelos está buscar alternativas para obtener mejores rendimientos, ante la intensa sequía que actualmente afectan su labor, y lograr que sus cinco caballerías de tierra diversificada sean prósperas.
Así le enseñaron sus abuelos y su padre, de quienes heredó la finca; donde nació, creció y aprendió a montar a caballo, ordeñar vacas, pastorear ovejos y sembrar.
Graduada de Licenciatura en Veterinaria, Ana María tiene más de medio siglo de vida y se siente satisfecha con lo que hace.
Recorriendo parte de su finca, conocí de las cuatro hectáreas preparadas para el autoconsumo y la siembra de comida animal, de las 92 cabezas de ganado, 21 equinos y la crianza de ovejos y de cerdo de capa negra o criollo.
Explica que todo lo aprovecha: “Tengo un palmar en la finca y el palmiche, es la base fundamental para la alimentación de los cerdos”.
Con nostalgia mira un pedazo de tierra donde hasta hace poco hubo boniatos, “tuve que sacarlo todo, ahora solo me queda el sembrado de yuca, los daños por la sequía son muy fuertes, tenía una aguada de un arroyo que lleva alrededor de cuatro meses seco, tengo cinco pozos hábiles y me quedan respirando dos y estoy esperando que llegue el período de la lluvia para poder sembrar caña, king grass y cultivos varios para el autoconsumo”.
De la Peñín, como muchos la conocen, se resalta la disciplina en el cumplimiento de las contrataciones. En el 2022 se propuso un plan cuatro mil 600 litros de leche y una tonelada de carne y entregó cuatro mil 800 litros y tres toneladas.
“Ahora estamos en una etapa en la que es muy difícil proyectar un plan de leche, por la sequía; estamos trabajando en preservar la masa ganadera, pero a partir de junio comienza la contratación y aspiro a entregar un poco más”.
Dice que esos resultados también son fruto de su familia, de su hijo Yoan, quien es Técnico en Veterinaria, quien la acompaña en cada uno de sus empeños.
“De mi hijo tengo el apoyo fundamental, se ha multiplicado en esos últimos tiempos y ha sido un baluarte. La vida en el campo es de sacrificio, porque la jornada comienza cuando amanece, soltando los animales, dándoles de comer, limpiando los corrales y se acaba en la noche cuando se tranca el animal y todo se tiene bajo control”.
Ana combina su quehacer de campesina con el de delegada de la circunscripción 78 La Teodora, función que realiza hace 38 años y destaca en ambas complejas tareas, pero cuando hay unidad todo funciona.
“Siempre he pensado que la unidad es esencial, en el trabajo como delegada y en la finca. En mis tareas como delegada recibo todo el apoyo de la administradora de la bodega, la coordinadora de los CDR y los vecinos. Aquí en mi finca yo tengo un tractor y un jeep, ambos están puestos a disposición de la comunidad, si hace falta traer los productos de la bodega o sacar algún enfermo ahí estoy”.
Nunca ha pensado irse del campo, su hermana le insiste, pero ella sigue firme ahí con sus animales y su sembrado. “Si muriera y volviera a nacer volvería a ser campesina”.