Que alguien me desmienta, si puede. En el autodenominado “mundo libre”, las elecciones van caracterizadas mayormente por dos cuestiones: el correr del dinero y el tráfico de influencias.
Ambas son éticamente censurables, pero no las critican las trasnacionales de la información. Si abundamos, los comicios legislativos no escapan al fenómeno, a tono con los intereses de las clases ricas y poderosas.
En muchos países los partidos deciden quienes van en sus listas abiertas o cerradas de candidatos, manejables solo por ellos, porque las tienen bloqueadas a terceros.
Pensemos: Si son derechos universales el estrechar las brechas de género, raza o credo político-religioso, ¿por qué en esas sociedades a poco o nada pueden aspirar las minorías?
De llegar al parlamento o al poder, sus candidatos afrontarán boicots innombrables; si los intereses de las oligarquías son lastimados, esos parlamentos en rebeldía devienen saboteadores sin ley como el tristemente célebre Juan Guaidó.
Gobiernos de izquierda, progresistas que asumieron el poder en este subcontinente, como el defenestrado Pedro Castillo en Perú lo perdieron todo por rozar los pétalos de los caciques.
Esa es la espalda de la democracia y ejemplos sobran.
El anverso de la moneda pudiera resumirse así:
En Cuba, de confirmarse la candidatura propuesta tendremos una Asamblea Nacional del Poder Popular más parecida a nuestra sociedad.
Así pues, la propuesta es de 55,3 por ciento de mujeres; 45, 5 de negros y mulatos; 46 años como promedio de edad; 95,3 por ciento de candidatos del Nivel Superior y el 20 por ciento de jóvenes, lo peculiar es que las cifras actuales están en rangos parecidos, sin duda la inclusión es un hecho.
“Si los ciudadanos comparten sentimientos e ideas sobre el devenir de Cuba, una mujer u hombre de pueblo hablan de certezas y preocupaciones, en diálogo franco, diáfano son actos democráticos, y verdaderos.
Que los retos son ahora más duros, no cabe duda pero la cotidianidad se afronta con valor, sin formalismos, tomando el pulso a los problemas “a cada ratico”, buscando y resolviendo las dificultades de la comunidad sin esperar por recorridos institucionales, para que la crudeza de estos tiempos no nos haga perder ni la sensibilidad ni el rumbo democrático”, expresó el Presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez en diálogos con electores de Villa Clara.
El imperio ataca con mil artimañas nuestra naturaleza transparente desde los mismos procesos de nominación. Se nos quiere imponer un sistema “democrático” desde esas mismas supremacías adineradas. Pero nuestra democracia va en el mérito de la gente y en la capacidad de respuesta digna hacia el pueblo que escogió a sus representantes.
Si en otros países los salarios de los parlamentarios pueden llegar a ser jugosos, según nuestra norma constitucional, los diputados cubanos reciben el mismo salario o sueldo de su centro de trabajo y mantienen su vínculo con este, a todos los efectos, salvo algunas excepciones por el tiempo que empleen en el desempeño efectivo de sus funciones. Su labor es totalmente de carácter social y voluntaria.
La novedad del sistema electoral cubano con respecto a la práctica política internacional, especialmente es el concepto de que es el pueblo quien postula y elige, lo cual resulta inaceptable para los enemigos jurados del socialismo.
Todos los que representan a sus electores en cualquier latitud debería atenerse al pensamiento sembrado por los griegos: la democracia es el gobierno del pueblo.