La pintora cubana Amelia Peláez nació en Yaguajay, provincia de Las Villas, el 5 de enero de 1897. Estudió en la Academia San Alejandro y fue alumna predilecta del maestro Leopoldo Romañach, otra relevante figura de nuestras artes plásticas.
Realizó la primera exposición en 1924, tres años más tarde viajó a Europa y vivió durante algún tiempo en París, donde continuó estudios con la célebre pintora, escenógrafa y decoradora rusa, Alexandra Exter.
Al regreso a Cuba en 1934, la autora de La Costurera y otras renombradas obras, convirtió en taller su casa de La Víbora, y tuvo una activa participación en el movimiento de los artistas cubanos modernos. Al año siguiente ganó premio en el Salón Nacional y expuso, en el Lyceum, muchas de las obras realizadas en París.
El estilo único y personal de Amelia no solo está presente en su labor pictórica, también está presente en la cerámica, modalidad que inició en 1950 y a la que se dedicó intensamente hasta 1962.
Con la incursión en la cerámica, inició en Cuba el lenguaje entre signos, que devino muy fuerte y con entonación en azules, y contribuyó a legitimar la cerámica cubana. Estas piezas son verdaderos sueños hechos realidad.
La pintura de murales también fue otra de las facetas de su arte. Uno de ellos sigue suscitando la admiración de quienes transitan por la céntrica Rampa capitalina o sus alrededores: el situado en la fachada del hotel Habana Libre, realizado en 1957.
Esta relevante artista de la visualidad falleció en La Habana, el 8 de abril de 1968, dejando a su paso un legado artístico que prestigia las artes plásticas de nuestro país.