Girón en la memoria de un bayamés

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Por Yelandi Milanés Guardia | 16 abril, 2023 |
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Juan Collada Rodríguez/FOTO Anaisis Hidalgo Rodríguez

Cuando Juan Collada Rodríguez creyó que había dicho adiós a las armas, luego de ser combatiente clandestino y del Ejército Rebelde, una invasión mercenaria, en abril de 1961, lo regresó al campo de batalla.

Su misión, como la de gran parte del pueblo de Cuba, era impedir que las tropas norteamericanas desembarcaran en la Bahía de Cochinos (Matanzas) y lograran crear una cabeza de playa, para luego formar un gobierno provisional y buscar el apoyo de la Organización de Estados Americanos y la Comunidad internacional.

En ese entonces, tenía 23 años y formaba parte del Batallón número 2, del otrora Ejército Rebelde, el cual estaba enclavado en la Unidad Militar de Managua, bajo las órdenes del Comandante de la Revolución Guillermo García Frías.

El joven bayamés era jefe de una escuadra de nueve hombres, que rápidamente fue activada para dirigirse hacia la zona de conflicto: “Partimos para allá con todo el equipamiento y con unos fusiles que podían lanzar granadas antitanques y antipersonales.

“Cuando llegó mi batallón a la zona de operaciones, unos milicianos nos dijeron que ya todo se había acabado, pero un jeep, en el venían cuatro compañeros con la piel dañada por el napalm lanzado por los norteamericanos, nos corroboró lo contrario: “Cómo es posible que ellos digan que todo se acabó y llegan estas personas con la piel quemada”, dije.

Luego vendrían horas de duro combate, en las que se defendió valientemente cada palmo de tierra arrebatado por las fuerzas cubanas a las norteamericanas, en lo que influiría mucho la presencia de Fidel: “Tuvimos la suerte de contar con la participación del estratega mayor, el Comandante en Jefe, quien nos inspiró a vencer con su tenacidad, inteligencia, perseverancia y dirección estratégica.

“Creo que pudimos contribuir a lograr en menor tiempo el triunfo; sin embargo, nuestro batallón avanzó hacia una dirección de donde provenían bombas y lanzamientos de morteros, lo cual impidió que acudiéramos al llamado de Fidel, quien mandó a buscar una de nuestras compañías para realizar una operación estratégica”.

Collada Rodríguez recuerda que en las horas cercanas al triunfo Fidel se les acercó y les dijo: “Yo voy en el primer tanque, porque hay que tomar Girón antes de que caiga la noche. Si destruyen el que me transporta los que vienen detrás deben avanzar.

“Después que vencimos y fuimos capturando a los mercenarios, me llamó la atención ver al Líder de la Revolución cubana interrogando a los prisioneros para saber a qué pelotón y compañía pertenecían, y las razones por las cuales habían venido a invadirnos. “Tuve la oportunidad de estar cerca de él cuando se estaban capturando a los prisioneros y entonces ocurrió algo que me impresionó mucho.

“De repente, se armó un tiroteo que parece que lo realizaron algunos soldados norteamericanos que estaban aislados, y me llamó la atención la serenidad del barbudo, quien no se inmutaba ni con el más mínimo disparo y esa fue una de las razones que encontré para entender porque el líder rebelde fue un hombre tan grande, por eso es que todo un pueblo lo seguía, pues él inspiraba confianza, devenida -sin dudas- de su gran valentía y arrojo”.

Durante la conversación su mente viaja al pasado, y evoca los momentos de alegría y tristeza: “Un ejemplo del primer caso fue cuando nos alegramos por haber derribado un avión que nos estaba hostigando cuando estábamos en el central Australia. Sin embargo, también se vivían momentos dolorosos, como cuando nos sobrecogía el hecho de ver que un compañero, que minutos antes estaba hablando sobre su vida y planes futuros, caía al lado tuyo. Lamentablemente, una de las enseñanzas de los conflictos armados, es que la muerte de hijos valiosos es uno de los precios que deben pagar los pueblos por defender su libertad.

“Otra cuestión que me conmovió mucho fue ver combatir en Girón a jóvenes que parecían casi niños, pero que tenían tanto o más coraje que los de mayor edad.

“Con respecto a los prisioneros fuimos respetuosos, y a veces ni los amarrábamos, porque los veíamos tan desmoralizados que no hacía falta hacerlo. Eran tan cobardes que no reconocían que habían venido a invadirnos, porque a juzgar por sus declaraciones eran cualquier cosa menos mercenarios y militares.

“Muy diferente fue el trato con nuestros hermanos de lucha, los cuales, cuando caían en sus manos, los torturaban y a algunos los mataron cobardemente”.

Para Collada Rodríguez, constituye un orgullo haber participado en la batalla de Playa Girón, pues fue la primera gran derrota del imperialismo en América y según su criterio, el triunfo se debió a la alta moral de combate de los cubanos, quienes supieron sobreponerse a las adversidades y dar golpes demoledores y rápidos a los invasores para lograr en breve tiempo la victoria.

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