Su amor y sus alas nos protegen

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Por Yelandi Milanés Guardia | 9 mayo, 2023 |
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Nadie imaginó que aquel inolvidable 9 de mayo de 1920, la hija que le nació al matrimonio de Acacia Manduley Alsina y Manuel Sánchez Silveira sería como un ángel protector de este pequeño archipiélago.

Su profético nombre, Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley, anunciaba una relación especial entre esta bella mujer que ayudó en sus años mozos a enrumbar por buen camino, los destinos maltrechos de una nación.

Donde clamó el dolor y el desamparo hizo acto de presencia, no faltó el cariño de esta fémina, que no solo estrechó en su maternal regazo a quienes tenían hondos dolores, sino que como dijera en una carta Raúl Castro Ruz, la ilustre medialunera se había convertido en un paño de lágrimas, y solo faltaba declararla oficialmente madrina del pelotón.

Pero ese amor por los semejantes no era fruto de la casualidad, sino resultado de su tierna personalidad, esa que era capaz de hacer ahorros para regalar el día de los reyes magos, preciosos juguetes a los niños pobres de su vecindario, y que tenía tanta sensibilidad por la naturaleza que no permitía que en su presencia se maltratara una planta.

Cómo olvidar su labor incesante en el movimiento 26 de Julio, donde fue una pieza clave por su capacidad táctica y organizativa, actitudes que fueron demandadas posteriormente en la Sierra Maestra y que la convirtieron en la primera mujer en el Ejército Rebelde.

Aún su aroma está impregnado en nuestras lomas, y muchos de los héroes de verdeolivo la recuerdan pendiente del más mínimo detalle,  y sin tomarse unos minutos de descanso, pues ella se preocupaba porque todo, allí, funcionara a la perfección.

Fueron muchos los que por esos lares la tuvieron como madrina, y otros que reclinaron la cabeza en su hombro para desahogar una tristeza y recibir de ella un tierno abrazo o una alentadora sonrisa.

Aunque el destino la privó de la hermosa dicha de la maternidad, curiosamente la vida la convirtió en madre de muchos, porque siempre estuvo pendiente de sus necesidades y en sus tratos, desbordaba un cariño especial similar a la de una progenitora con sus descendientes.

Hoy, cuando los desafíos que enfrentamos son mayores, Celia estaría en la primera línea de combate, contribuyendo con su valor y su espíritu a llevar siempre, a buen puerto, esta nave muy querida y amada por ella llamada Cuba.

Aunque no está entre nosotros físicamente, la sentimos, ni el  tiempo  ha debilitado la mágica presencia de una fémina que, sin obviar el escalón humano, trastocó sus brazos en preciosas alas que la convirtieron en el Ángel guardián de la Revolución.

Por eso, no dudamos que en las noches más tenebrosas de nuestra existencia, allí está su presencia, que al batir de sus alas nos envía andanadas de amor que nos libran de todo mal y nos despejan el camino, para llenarlo de las flores que atestiguan su presencia, y que son las pequeñas guías para llegar al destino mejor que sueña esta sociedad, la cual se sabe protegida por un hermoso ser alado, cuyo nacimiento lo anunció una estrella fugaz allá en las tierras de Media Luna.

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