Un combate colosal

Share Button
Por José Pedro Salgado Hernández y Yelandi Milanés Guardia | 4 junio, 2023 |
0

El Zarzal fue el asentamiento poblacional más importante en la segunda mitad del siglo XIX, después de la cabecera del partido pedáneo de Yara. Era un territorio caracterizado por la existencia de abundantes aguas y un relieve llano bordeado en la parte sur por empinadas montañas.

Tales características geográficas lo convirtieron en un lugar muy codiciado, tanto por las fuerzas españolas como por las insurrectas. Allí los ibéricos tenían trincheras fortificadas, un heliógrafo y un fuerte prácticamente inexpugnable. El dominio de esa área motivó un combate entre ambas fuerzas, que por sus dimensiones desde el punto de vista conceptual, estuvo cerca de ser considerado una batalla.

La referida acción duró cuatro días, se extendió del 1 al 4 de junio de 1873, y estuvo presente la más alta jerarquía de las fuerzas cubanas: el presidente de la República en Armas, Carlos Manuel de Céspedes, junto a Máximo Gómez Báez, Calixto García Íñiguez, Antonio Maceo Grajales y Guillermón Moncada, héroe que, en un lance personal con el teniente coronel español Sostrada, le dio muerte.

El Zarzal de aquel momento ocupaba mayor extensión, no existía Estrada Palma, que surgió en 1924 como un batey alrededor del central de igual nombre y hoy se llama Bartolomé Masó.

La acción militar se extendió por Bigüelas y Guasumabo, San Juan y otros lugares adyacentes, porque se utilizó infantería, caballería y la artillería, en la que era un experto Calixto García.

Al hacerse el balance de los resultados de aquel enfrentamiento, en varias de las bibliografías que ilustraron las campañas militares de España en Cuba, reflejaron que las bajas españolas sobrepasaron los 250 hombres, entre ellos el teniente coronel Sostrada y el bandolero Lolo Benítez, además, de la pérdida de  armas y parque de un convoy.

Los mambises, por su parte, tuvieron un alto costo en vidas, incluido el capitán Martín Traba, y para desgracia de ambos contendientes, se destruyeron grandes áreas de cultivo que les servían de fuente de alimento.

El combatiente mambí Fernando Fornaris, en medio de aquella acción, estableció un diálogo con el hijo del capitán insurrecto Martín Traba, llamado Justo Traba, quien con 13 años ya ostentaba el grado de sargento del Ejército Libertador y, con un fusil humeante entre sus manos, ese día lloraba la muerte de su padre y le mostraba sollozando cómo lo había vengado, enseñándole el cadáver de un alto oficial al que había macheteado sobre un convoy.

Al retirarse, conmovido por el pasaje vivido, escribió: “Esos niños que vagan por nuestros bosques, desnudos y extenuados por el hambre y las enfermedades, en busca de frutas y jutías con que alimentarse; que van a los campamentos enemigos, sin temor alguno, para extraer animales y viandas para su familia, que cargan a la espalda un lío con el cual moriría de fatiga un hombre de las ciudades y que son las reservas de nuestro Ejército, esos niños, repito; cuya infancia no tiene alegrías y cuya razón se ha desenvuelto antes de tiempo, movida por la desgracia, merecen un gesto de admiración”.

Después del importante enfrentamiento, Céspedes ascendió, en Purial, el 8 de junio, a Maceo y Guillermón Moncada a los grados de brigadier y coronel, respectivamente, como reconocimiento al derroche de coraje que hicieron ambos en el choque armado.

 

 

 

 

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *