Hoy se cumplen ciento setenta y ocho años del natalicio de Antonio Maceo y Grajales a quienes todos conocemos como El Titán de Bronce, apelativo que se ganó por su arrojo y destreza en el combate. Todos los años, en una fecha tan significativa y memorable como está el pueblo de Cuba acude a rendirle homenaje de recordación a un símbolo de las luchas en Cuba.
Fue uno de los trece hijos de Mariana Grajales y Marcos Maceo, propietario de una finca de nueve caballerías en Santiago de Cuba.
Su amor a una Patria libre e independiente lo llevó a incorporarse a la Guerra de los Diez Años junto a su padre y sus hermanos dos días después del grito de alzamiento dado por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868.
Bajo las órdenes del Capitán Juan Bautista Rondón, combatió en ese mismo día en Tí Arriba. Su pericia y su valentía le avalaron rápidamente el grado de sargento; días después el 20 de octubre es ascendido a Teniente, y el 12 de noviembre a Capitán.
Batalló en El Cobre, El Cristo, Jiguaní, Cupeyales, Samá y también participó en la toma de Mayarí. El 16 de enero de 1869 se le ascendió a comandante y diez días más tarde a Teniente Coronel.
Al terminar la Guerra de los Diez Años su hoja de servicios recogía 800 acciones de guerra y tenía veintisiete cicatrices en su cuerpo.
Poseía una gran personalidad y una capacidad política, que lo llevó siempre a actuar en servicio de la revolución y de la Patria que tanto amaba.
De él dijo nuestro Héroe Nacional José Martí: “Y hay que poner asunto a lo que dice porque Maceo tiene en la mente tanta fuerza como en el brazo”.
Por su meritoria labor en los combates en que participó, le valió para el otorgamiento del grado de Mayor General a las órdenes de Máximo Gómez.
Odiaba desde sus entrañas a quienes osaban apoderarse de Cuba por la fuerza; y lo demuestra cuando se enfrenta con honor y valentía al general español Arsenio Martínez Campos en Mangos de Baragua para manifestarle su inconformidad con la firma del bochornoso Pacto del Zanjón donde se pretendía una paz sin independencia.
Su respuesta enérgica no se hizo esperar ante tan descabellada idea de deponer las armas.
¡No, no nos entendemos! El 23 se rompe el corojo.
Su pensamiento a favor de la libertad lo llevo a sentenciar… “De España jamás esperé nada, siempre nos ha despreciado, y sería indigno que se pensase en otra cosa. La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide: mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos. Tampoco espero nada de los americanos, todo debemos fiarlo a nuestros esfuerzos, mejor es subir y caer sin ayuda que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso”.
El Titán de Bronce impregnó en los hijos de esta tierra la convicción, que hoy perdura en las nuevas generaciones, de morir antes de ser esclavos.