¿Aurika?¡Eureka! ¡Eureka!

Share Button
Por Luis Carlos Frómeta Agüero | 18 junio, 2023 |
0

La esperada noticia desbordó la alegría en la familia, mi padre sacaba del bolsillo de su pantalón el bono de la CTC que le acreditaba la compra de una lavadora Aurika.

Corrían los primeros años de la década de los años 70 del pasado siglo y, en realidad, nunca supe cómo se las arregló el viejo para conseguir los 116 pesos que costaba aquel “adelanto” ruso, pero la compró.

Era el regalo ideal para mi madre. A un lado quedaron el cepillo y la tabla para lavar la ropa de la semana. Llegaba a casa el símbolo liberador de aquella carga hogareña a la que estaba sometida la mayoría de las mujeres.

En breve se fastidió la secadora, de manera que a la usanza de esa época, tuvimos dos opciones, o convertíamos aquel cesto de aluminio en macetero o le colocábamos un fondo y devenía cubo para agua, sin costo adicional.

Así eran las Aurikas, ofrecían disímiles bondades para hacer más con menos, como expresa la consigna.

Supimos que podíamos utilizar la tapa protectora de la lavadora como bandeja en los festejos familiares o como soporte para cake. Elegimos la primera opción.

No había espacios para duda, la flexibilidad de la tecnología rusa nos daba muchas posibilidades para reciclar sus componentes. Inesperadamente le llegó el turno al motor: o lo destinábamos a conformar un ventilador “ciclón” o lo utilizábamos para hacer helados frozen.

Considerando la sofocación y el calor reinante en casi todos los meses del año, acatamos la primera variante, sin pago añadido. Como antes habíamos desechado la secadora, cortamos el chasis por esa parte; al conocer de las pretensiones, un vecino dijo: “No la

boten, es también utilizable en dos funciones: para un horno o una nevera”.

En realidad, le habíamos cogido el gustico a eso de hacer más con menos… por eso evaluamos la propuesta número uno. De manera que, por 116 pesos que costó el equipo, tuvimos varias aportaciones domésticas y electrónicas: un cubo, una bandeja, un ventilador y un horno.

Supimos, además, que la Aurika 70 era tan, pero tan bondadosa que más allá del lavatín casero, funcionaba como equipo terapéutico, ¿no lo cree? Al activar el mecanismo de lavado se producen marejadas rehabilitadoras, buenísimas para lesiones en las extremidades superiores del cuerpo y hasta en las inferiores, aunque para la segunda los afectados trepaban a una mesa, dejaban colgar los pies y a cumplir lo prescrito por la vox populi “tres sesiones diarias de Aurika” y adiós Lolita de mi vida.

En fin, si alguna vez nos quejamos de esas lavadoras, por pesadas, en pleno siglo XXI, criticamos las actuales, por sus costosas roturas. Pienso, entonces, en aquel español inconforme con todo, que agonizando dijo:

-¡Por Dios, hombre!, si muero en Madrid, quiero que me entierren en Barcelona, y si muero en Barcelona, que me sepulten en Madrid.

-¿Y eso por qué? -Preguntó el otro.

-Pa’ jode

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *