Embajadores del alma (+ fotos)

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Por Anaisis Hidalgo Rodríguez | 24 junio, 2023 |
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A la izquierda, la Psiquiatra Raida Rodríguez Rodríguez mientras dialoga con Annia Beatriz Guisado Blanco./Foto Anaisis Hidalgo Rodríguez

¡Bolo, Bolo! La voz se escucha desde la ventana del cuarto, lejana, como en un sueño. El sonido cada vez más fuerte la despierta. Cuando Annia Beatriz Guisado Blanco baja sus pies para calzar sus chanclas, el contacto del agua la sorprende. Era evidente, el río había penetrado en su hogar.

Guisado Blanco, quien se desempeña como profesora del Inder, vivió uno de los momentos más duros por aquellos días lluviosos de junio:

“Yo dormí muy confiada, en mis años, el río nunca había llegado a estas márgenes. Me llené de temor al ver aquel cañón de agua entrando por la parte trasera de mi casa.

“Nos volvimos locos tratando de salvar animales, trepándolos, buscando altura. Lo nunca visto. Se nos mojaron algunos artículos. Si no corremos el refrigerador también se hubiese dañado. Lo tuvimos que poner en bloques, sobre una mesa.

“Fue desastroso ver cómo una margen del río chocaba con la otra, allá en la cima. Arrasó con todo, las plantaciones de yuca, maíz, calabaza, no queda nada. Hasta las matas de fongo se las llevó en claro. Si no llega a ser por estas ayudas que hoy nos llegan de tantos lugares, no sé cómo hubiésemos terminado el mes.

“En mi casa algunos horcones se separaron de los bloques, dejando la pared del cuarto inclinada, a merced de una caída. Cuando escucho que empieza a llover para allá arriba, tengo miedo estar allí. Después de esa experiencia, no es lo mismo”, cuenta esta Jibacoense con una tristeza que embriaga su mirada y sobrecoge su espíritu.

Muchos de los que peinan canas y experimentaron el embate de las intensas lluvias acaecidas en Granma durante esta primera quincena de junio, coinciden en que ni el ciclón Flora del 63, causó los desbordamientos de ríos que desencadenó el reciente fenómeno hidrometeorológico.

Ortelio Moreno Enamorado, presidente del consejo popular de Jibacoa (Manzanillo), comunidad que debe su nombre al río que la abraza, asevera no haber presenciado antes, semejantes niveles de lluvia.

Jibacoa tiene una extensión de 104 kilómetros cuadrados. Está ubicada en la carretera que parte de Manzanillo a Cayo Espino. Es como ir a la Sierra Maestra pero por acá por estos lares, próximos al Golfo de Guacanayabo.

Su población es de tres mil 573 habitantes, mayormente de origen campesino, distribuidos en ocho asentamientos a lo largo de la carretera: El Pozón, La Piedra, El descanso, Julito, Palmarito Abajo, Palmario arriba, Garata arriba y Garata abajo.

La zona centra su actividad en los cultivos varios, alguna siembra de arroz y la ganadería, a partir de la entrega de tierras en usufructo.

“Unos 320 milímetros se drenaron por el río Jibacoa. Experimentamos cuatro crecidas, la tercera, fue la mayor y más peligrosa, sobre la madrugada.

“Estábamos preparados, pero ajustados a las tradicionales penetraciones de agua, nunca esto que vivimos: el río vino más acá, y suerte que drenó por lugares que nunca antes lo había hecho, hasta saltó la carretera. Parecía una presa drenando.

“Las aguas nos pusieron la varilla muy alta, ¿enseñanza? tenemos que subir nuestros planes de evacuación. La parte de Julito, los Ferrales, los Torres, El descanso, La piedra…quedaron incomunicados. No solo no se podía venir de Manzanillo para acá, sino que internamente, no podíamos ir de barrio en barrio porque el río nos bloqueaba”, describe Moreno Enamorado.

Varias viviendas eran engullidas por las aguas, las personas iban buscando altura a medida que el nivel subía y subía en los hogares, para muchos, no hubo otra alternativa que treparse a las mesas, a los muros y al caballete del tejado, de donde fueron rescatados.

“Eran escenas dolorosas. Recuerdo que una gallina con el agua al pescuezo trataba de alcanzar una rama para agarrarse, ¡lo que es el afán por sobrevivir! Así estábamos todos, buscando alternativas para subsistir, solidarios, evacuándonos unos a otros.

“Llegó el momento en que nos ubicamos en la carretera, bajo unos carretones para cargar arroz y maíz, y así pasar esos días tenebrosos”, expone Moreno Enamorado.

Las aguas hicieron mucho daño a los viales, rompió el puente serrano, en la parte Este de la demarcación, los cultivos varios fueron arrasados en un 95 por ciento, sobre todo aquellos más próximos a las márgenes del río, bondad que en ocasiones se convierte en una espada de Damocles.

La cosecha de mango se precipitó por aquellos días y aunque ahora se recupera algo, lo fundamental se perdió; las aguas de los pozos se contaminaron, privando a los pobladores por tres días del vital líquido.

VENGO A OFRECER MI CORAZÓN
Hasta el círculo social El Descanso, una de las ocho comunidades que integran este Consejo Popular, llegó el Proyecto sociocultural y comunitario Mi familia en antena, de la emisora provincial CMKX Radio Bayamo.

Algunos de sus especialistas, entre ellos estilistas, psiquiatras, neonatólogos, pediatras, de medicina natural y tradicional, intercambiaron con los comunitarios sus saberes e hicieron prestaciones de servicios.

 

Precisamente sobre cómo lidiar con estos estrés pos traumáticos, como el de Annia Beatriz Guisado Blanco, aconseja la Psiquiatra Raida Rodríguez Rodríguez:

“Es normal que luego de esa vivencia, soñemos con esas corridas de agua, revivamos escenas y experimentemos temor.

“Lo recomendable, es conversar sobre estos sucesos entre adultos, sin la presencia de niños. Hacer tertulias, preparar té de una sola yerba, bien dulce y tibio, para sedar; compartirlo entre amigos, dialogar, sacarse eso que guardan dentro.

“Ocupar la mente y trabajar son las mejores maneras de enfrentar un estrés. En ese sentido, sería bueno que la comunidad se organizara y conformara brigadas de cuatro o cinco hombres para un día, arreglar el puntal de una vivienda, otro día, reparar colchones, recuperar siembras; los niños restaurar un jardincito…poco a poco, tampoco pretendamos arreglar todo en un solo día”, expone Rodríguez Rodríguez.

De mucho interés resultó el intercambio de la doctora Mercedes Pato Rivera, especialista en Medicina Natural y Tradicional, quien persuadió sobre cómo combatir con las plantas medicinales, hongos, mosquitos y otras enfermedades.

Foto Anaisis Hidalgo Rodríguez

“El uso de la manzanilla es ideal para males digestivos; la caléndula, como cicatrizante y para la circulación; el anamú para las inflamaciones; para la presión alta, que es lo que más abunda en nuestro país, se puede usar la caña santa, o la tintura, en venta actualmente en las farmacias.
“Se agregan 20 o 25 gotas en dos dedos de agua, y se toma tres veces al día, sobre todo por la noche, que es el horario en que más sube la presión, y para los mosquitos, que ahora se revuelven con las lluvias, se puede triturar la menta, echarla en alcohol o agua, y frotársela por piernas y brazos”, aconseja Pato Rivera.

La Neonatóloga María Cristina Cedeño Esturo, de conjunto con la pediatra Idalmis Valdés Madrigal, en sesión de trabajo./Foto Anaisis Hidalgo Rodríguez

La Neonatóloga María Cristina Cedeño Esturo, de conjunto con la pediatra Idalmis Valdés Madrigal, evaluaron a algunos niños y núcleos familiares en su conjunto, o sea, desde el punto de vista físico, psicológico y social.

“Asistimos a una señora hipertensa, que estaba en ese momento descompensada, felizmente traíamos medicamentos y pudimos medicarle y dejarle tratamiento”, refiere Cedeño Esturo.

“Este fue uno de los núcleos que sufrió la penetración de las aguas, ello unido a su situación social y su condición de vulnerabilidad, nos llevó a decidir que era el núcleo indicado para entregarle algunos de los donativos que dispusimos. Nos vamos complacidos al saber que realmente fuimos de ayuda”, alega Valdés Madrigal.

Familia en situación de vulnerabilidad./FOTO.Anaisis Hidalgo Rodríguez

“Nosotros queríamos agradecer a la Revolución y a este proyecto, que con ese amor familiar, nos han atendido y ayudado”, refiere Miraida Pereira González, una de sus miembros.

A días del embate de estas históricas lluvias, la alegría se dibuja en el rostro de los jibacoenses. Viene de manos de estos y otros embajadores del alma, en formas de solidarios donativos, en la sonrisa de un payaso, los trucos de un mago, un estilista que nos cambia la imagen; la mirada tierna de un médico y los consejos de una psiquiatra para enfrentar los duros golpes que nos da la vida.

 

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