
Ya en el ómnibus, miré por la ventanilla. La brisa, escasa en estos días veraniegos, acompañaba mis pensamientos. A la expectativa, evitando todo juicio, disfrutaba del paisaje durante el recorrido hacia aquella localidad desconocida.
Las montañas de Buey Arriba nos saludaban como verdes testigos de varios hechos históricos, que las convertían en destino ideal para conocer más sobre nuestro pasado glorioso, gracias a la iniciativa del proyecto Rumbos y Sendas, concebido por el Centro provincial de Patrimonio Cultural para perpetuar la memoria histórica, visitando sitios, monumentos, centros históricos y áreas urbanas protegidas.
Las ráfagas mentales llenaron los espacios hasta que arribamos a la comunidad rural de Bueycito. A lo lejos apreciamos una vieja edificación que despertó nuestro interés por lo minuciosamente conservada. Era el museo de la localidad, otrora cuartel de Bueycito.
Las paredes exteriores de color ocre dejaban ver los agujeros causados por el impacto de proyectiles del combate acaecido el 1 de agosto de 1957, primera acción en el llano de la columna 4 del Ejército Rebelde, comandada por Ernesto Guevara de la Serna.
Con gran naturalidad nos recibió la museóloga encargada de conducirnos por las salas expositivas de excelente montaje museográfico. Avezada en el tema y con un perfecto guión museológico, nos relató lo sucedido, en un breve acercamiento a los hechos allí ocurridos. Al final el grupo de 20 personas, perpetuó el recuerdo de la visita, con una imagen frente al inmueble.

Proseguimos el viaje hacia la Televisión Serrana, única de su tipo en Cuba. Como sucede en casi toda excursión, una de las integrantes más entusiastas del grupo, nos animaba para que cantáramos el estribillo: “Televisión Serrana, que bien se ve”.
Nuestra guía, una realizadora audiovisual, nos dio la bienvenida en el mirador de la institución. Desde allí nos explicó cómo a través de documentales, muchos de ellos premiados, y que forman parte de los casi 30 años de memoria audiovisual, logran reflejar las problemáticas y el día a día en estos parajes montañosos.

Transitamos por el cubículo de edición, la sala de grabación, hasta llegar a un salón donde proyectaron el primer capítulo de una serie dedicada a la travesía del Che por el municipio de Buey Arriba. Concluida la proyección, el editor regaló un video de felicitación a un señor que nuevamente sería abuelo.

Casi al mediodía llegamos al local llamado Dial Café, una suerte de lugar donde se pueden saciar dos necesidades básicas: la alimentación y la curiosidad. Encontramos allí una colección de radios, cámaras fotográficas, incluida la famosa Polaroid, fonógrafos, teléfonos de discado, discos de vinilo y otros objetos, la mayoría en buen estado.

Recorrer este sitio fue como leer en la biblioteca más antigua del mundo. Y créame, si alguien trata de hacerle pensar que la máquina del tiempo no existe, cuando se visita un lugar cargado de historia, uno siente que si se puede viajar al pasado.
Un almuerzo, el baño en el río Yao, una mirada a la montaña y la sonrisa refrescante marcaron el final de esta jornada que fue una como un viaje a lo desconocido. El simple hecho de rodar por carretera siempre tiene el sabor de un viaje de vuelta a casa, pues de regreso haría reposar por un tiempo esas vivencias, para evocarlas después.