
Vivimos los días más calurosos del año y con ellos se incrementa el número de actividades recreativas que atraen, no solo a mayores, sino a los más pequeños de casa, y son estos últimos los que precisan, en estos tiempos de esparcimiento, de la mayor atención por parte de los adultos.
Hago especial énfasis en lo anterior, porque en estas jornadas en los que los chicos asisten a áreas de baño, como ríos, playas y piscinas, deben estar bien vigilados, pues el deseo y la osadía de estar en lugares más hondos puede conllevar a un trágico final, que tiene como saldo –muchas veces- la triste pérdida de una vida humana.
La etapa estival también trae aparejadas fiestas en las que los expendedores de bebidas, deben tener en cuenta que no les deben vender productos que contengan alcohol a los menores de edad, pues no solo es un quebrantamiento de la ley, sino una posibilidad de que terminen embriagados, y ese estado los incite a hacer locuras que normalmente no harían, o la alta concentración de alcohol en sangre les provoque desajustes en el organismo, que los puedan enviar en un estado grave al hospital.
Además de estos peligros, se suma la posibilidad de que sean víctimas de violencia, por verse involucrados en riñas ocasionales, muchas veces impulsadas por el estado de embriaguez de sus tutores en balnearios y fiestas. También se debe estar seguro de a quien se le cede su custodia, incluso por breve tiempo, para excursiones, actividades o para su cuidado, de forma tal que no exista oportunidad de abuso físico y sexual o maltrato.
Es cierto que hay edades en que se quiere explorar y experimentar las sensaciones que provoca estar en lugares para mayores, o donde se vivan experiencias intensas, pero tanto los adolescentes como sus padres, deben estar claros de que no se deben quemar etapas y que hay sitios a los que todavía no pueden asistir, porque no tienen la edad y la madurez suficiente para ello.
En estos días de verano, los adultos debemos estar más alertas que de costumbre, y bien informados de a dónde asisten nuestros retoños, porque no se les puede regalar una libertad, para cuyo buen uso no están preparadas aún sus mentes infantiles.
Una famosa frase popular refiere que los hijos, aunque crezcan, siguen siendo vistos por los padres como los niños que una vez acunaron en sus brazos, por eso está más que justificado que los progenitores se interesen por lo que están haciendo sus descendientes, y con quiénes andan, porque el peligro- sin obsesionarnos- está en todas partes, sobre todo en los sitios donde el ojo adulto no confirma constantemente, que los menores están a buen resguardo.