
Comentar con cualquier bayamés la crueldad de los cocheros para con los caballos, es un tema recurrente en las paradas del demandado transporte. “¡Se han visto horrores!” Decía una señora con cara apesadumbrada y la mirada fija en el pavimento, escondiendo la culpabilidad, como quien reconoce que permitir el maltrato, es también apoyarlo.
Si es cierto que las calesas, las volantas y los quitrines son todo un patrimonio de tradiciones muy antiguas que se remontan al siglo XVIII; muchas de ellas y con la no tan reciente incorporación de las cativanas, se han mercantilizado, despojándose de la estética propia que recuerdan los tiempos de antaño.
El dinero, el interés propio y la tirada de mayor cantidad de pasajes desde un punto a otro, se han convertido en ejes centrales de un fenómeno cuya solución se encuentra en letra muerta de leyes establecidas.
Merecedores de no muy pocas críticas, los cocheros en Bayamo, todos bajo un Gremio decidido y fuerte, defienden sus prácticas a lo interno, pagando multa tras multa por abusos al pobre animal.
Expresiones como: “¡Tranquila, es más la bulla que lo que pica!”, o “Deja que yo me baje para que aprenda quién manda aquí”, se escuchan de la propia boca de algunos cocheros ante los reclamos de pasajeros indignados por el maltrato animal.
Mientras se hace cada día más difícil la denuncia de estos hechos por la inexistencia de alguna identificación del vehículo, el equino, renuente en ocasiones, tiende a deshidratarse e incluso caer al piso a causa de la fatiga, otra de las variantes de arbitrariedad que se vende al por mayor en las diversas piqueras.
El látigo ha sido designado como el medio por el cual el amo establece la autoridad, tomando diferentes formas, tamaños y complexiones, siendo estas desde palos hasta sogas con acompañamientos de cadenas.
Otras variantes del maltrato animal, menos evidentes, pululan en los campos y en nuestros hogares cuando, por ejemplo, no alimentamos a su hora al animal, lo dejamos sin beber, al resistero del sol o cuando ponemos a los bueyes un narigón que no es el indicado.
El doctor Ramón Luis Sánchez Rodríguez, Jefe del Departamento de Sanidad Vegetal en Granma, refiere que a raíz de la puesta en vigor del Decreto-ley No. 31 de Bienestar Animal, en la provincia se han impuesto hasta el cierre de junio, 74 multas relacionadas con el decreto 38 de este reglamento, con un peso en animales mayores, es decir, bovino y equino.
Todo parece indicar que la esclavitud de los hombres ha mutado a la opresión hacia los animales, olvidamos que nos servimos de ellos y que en justa reciprocidad, merecen una vida digna.