
Quien la observa, ve en su rostro unos ojos verdes llamativos y el reflejo de la mujer cubana, decidida, tiene más de 50 años, pero no renuncia a la vitalidad de su rutina ni a sentirse útil en su trabajo, es rehabilitadora, lo hace por amor, entrega y porque vio a su abuela pasar 11 años de su vida en una silla, sin poder caminar, no contaba con este servicio.
Mariela Batista Céspedes recorre, en su bicicleta, largas distancias para cumplir con sus pacientes. Entre las salas de televisión del municipio de Jiguaní, está la ubicada en Monte Alto, a esta comunidad responde la colaboradora del proyecto de rehabilitación, que próximamente arribará a sus dos décadas de instituido.
“Estos espacios fueron una gran idea, desde mi punto de vista, gracias a Fidel Castro han sido la estructura para informarse y acceder a varios servicios en las localidades más distantes”, expresa Mariela y agrega: “El programa, como parte de las salas de televisión, arribará, próximamente, a sus 20 años; sin embargo, a pesar de las limitaciones, no deja de lado las necesidades de los vecinos”.
La jiguanisera está presente en cada una de las actividades de aquellos que precisan de sus habilidades, por esta razón, no obstante las largas caminatas y el intenso sol, se ve feliz, su trabajo requiere de una preparación periódica y del apoyo de la cabecera municipal.
“Nosotros captamos a los pacientes, de conjunto con el médico de la familia. Los casos graves son trasladados a Jiguaní, a la consulta del especialista y, luego de valorarlos, les entregan una tarjeta con las sesiones que debemos ejecutar, casi siempre de 10 a 15, en dependencia del padecimiento. Cuando acaba este proceso, se analiza nuevamente, por si necesita más consultas”, comenta Batista Céspedes.
Las salas de televisión son construcciones pequeñas, en un inicio diseñadas para el beneficio social y las atenciones que garanticen mayor calidad de vida, a pesar de mantener el objetivo por el cual fueron creadas, buscan alternativas para atraer a los pobladores, al respecto Mariela comenta: “Nosotros tenemos un espacio dentro del local, allí está la camilla, los equipos para las diferentes terapias. Aquí brindamos la atención a quienes pueden trasladarse, atendemos las hemiplejias y otras afecciones, cuando no pueden acceder a las salas, debido a la distancia y a su condición, los atendemos en sus domicilios”.
La rehabilitadora de Monte Alto agrega, además: “A veces, resulta complejo brindar las atenciones, por las carencias, no hay mentol, los equipos no siempre son los idóneos, pero se realiza el tratamiento, nos apoyamos en la medicina natural y tradicional, y sus utilidades, los ejercicios, la fangoterapia, por ejemplo, la aplicamos en las piernas”.
Mariela recuerda con satisfacción varios casos que hoy están sanos, tenían diagnósticos poco favorables; mas, con la constancia del paciente y el trabajo del equipo salieron adelante, por esta razón dice: “Debido al envejecimiento poblacional, no abandonamos a quienes quieren reincorporarse a la vida útil en la sociedad, por ello, como buenos cubanos, ´inventamos´, para tener un servicio con mejores resultados.
“Los pobladores de las comunidades confían en el papel del rehabilitador, aunque no se lleva a cabo diariamente el proceso, te buscan para que hagas el diagnóstico y les des seguimiento, sea personal o un caso de la familia”, expresa Batista Céspedes. Habla rápido, se le ve nerviosa, la grabadora impresiona. Llega una señora, afable, Mariela la atiende, entonces Felo, el fotógrafo, le hace la instantánea.