A propósito de La caída del gallo, de Raylven Friman Ramirez

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Por Luis Carlos Frómeta Agüero | 7 noviembre, 2023 |
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Imagen Raylven Friman Ramirez

Hace poco, en este espacio, publicamos un escrito relacionado con el artista de la visualidad granmense Raylven Friman Ramírez, cuyas obras están cargadas de un abstraccionismo elocuente.

En aquella oportunidad, el creador refería que, en ocasiones, acudía a la literatura para explicar, a su público, el contenido de algunas de sus obras.

Hoy, retomamos de su autoría el relato costumbrista titulado La caída del gallo, inspirado en una de sus más relevantes propuestas de la tendencia de la plástica que lo caracteriza.

En la casa donde viví mi infancia, como en cualquier hogar del campo, existía una pequeña crianza de gallinas criollas. Nunca supe cómo un buen día llegó a nuestro patio una polluela, regalo que alguien hizo a mi abuela y, según afirmaban los adultos, era variedad Marrueco.

Mi amada abuela fue una extraordinaria persona; ponía siempre total dedicación a todo lo que hacía y se dio a la tarea de ir cruzando sus gallinas con esta Marrueco, solo por cuestiones estéticas pues la recién llegada tenía un detalle en sus plumas en la parte de atrás de la cabeza.

Con paciencia y empeño logró un patio de gallinas cruzadas, pequeño pero distinguiendo que muchas veces era elogiado por quienes nos visitaban.

Transcurrió el tiempo y recuerdo dejaron un pollo para gallo. El tipo era un personaje no solo por haber salido bien en el cruce. Tenía un color lindísimo, era el típico gallo canelo, verdaderamente hermoso y sobreprotegido a más no poder por mi abuela.

En varias ocasiones, la visitaron peleadores de gallos finos ofreciéndole dinero por las espuelas, pero su protectora respondía con su típica expresión: -No señor, de eso nada. Mi gallo se queda tal cual. Natural como es él.

El gallo Canelo reinó por mucho tiempo. Orgulloso, vanidoso, envalentonado. Había que verlo caminar con su falsa moñita de Marrueco, colorido plumaje y espuelas bien dotadas. Lucía arrogante en el gallinero, pero como la vida está llena de sorpresas, un mal día acabó su buena suerte.

Aquella tarde hervían yucas para la cena, en un fogón de leña que estaba fuera de la casa. Cuando estuvieron listas   fueron llevadas a la cocina. Allí quedó el agua en que se cocinaron.

Esa madrugada el rey del patio no cantó. Al amanecer todos quedamos sorprendidos al ver al gallo Canelo colgado del palo en que dormía. Abuela nos explicó que lamentablemente el mimado de nuestro humilde y hermoso gallinero había muerto de guararey (enfermedad que los campesinos cubanos atribuyen al consumo excesivo de yuca) y como la tarde anterior bebió  agua hervida del referido tubérculo…

Cierto es que luego no faltó gallo con cruce Marrueco en nuestro distinguido patio, pero la historia del primer Canelo permanece en mis recuerdos de infancia, que retomé en el momento de realizar la pieza que les comparto hoy.

 

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